Liliana Ruiz, perito traductor de la Lengua de Señas Mexicana, cuenta cómo una correcta interpretación puede marcar la diferencia entre la libertad y la cárcel.
“Cerebralmente hablando, cuando escuchamos el mensaje en español tenemos que decodificarlo, cambiar la estructura gramatical y adaptarlo a la cultura de sordos. Todo esto en tiempo real”, describe Liliana Ruiz, perito traductor de la Lengua de Señas Mexicana en el Tribunal Superior de Justicia de Querétaro. (Foto: Cortesía)
“Una buena traducción puede marcar la diferencia entre la libertad y la cárcel”, dice Liliana Ruiz, perito traductor de la Lengua de Señas Mexicana (LSM) en el Tribunal Superior de Justicia de Querétaro.
Sus manos y gestos han sido un instrumento para que los sordos accedan a la justicia. “He sido parte de muchísimos casos en donde las mujeres sordas logran obtener la pensión alimenticia o la custodia de sus hijos. Donde detienen a un agresor sexual u homicida, gracias a una correcta interpretación de los testimonios de los sordos”, describe.
Las personas con discapacidad auditiva pueden enfrentarse a cualquier problema legal, sin embargo, en la mayoría de los casos, sus agresores creen que, porque no hablan, no pueden delatarlos o defenderse.
“Aunque son personas que no hablan tienen mucho que decir, a veces son piezas claves, testigos oculares de crímenes o han sido culpados injustamente”, dice Liliana Ruiz en entrevista con Tec Review..
Los traductores de la Lengua de Señas Mexicana también deben respetar un código de vestimenta: ropa negra, cabello recogido y estar de pie, esto para facilitar el entendimiento de las señas. (Foto: Cortesía)
En México hay 2.3 millones de personas con discapacidad auditiva, de las cuales 34.4% tienen entre los 30 y 59 años, mientras 47.4% son mayores de 60 años, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).
Apenas en 2005 se reconoció oficialmente a la Lengua de Señas Mexicana (LSM) como una lengua nacional y como parte del patrimonio lingüístico de México.
Liliana Ruiz llegó a la LSM debido a que fue testigo de la impotencia de la incomunicación. A los 17 años intentó conversar con una sorda de su edad y no lo logró.
“Eso fue algo que me frustró. Sentí una impotencia tremenda, nunca me había enfrentado a la barrera de la comunicación entre un idioma y otro. Por supuesto, no es como a lo que los sordos se enfrentan a diario, pero esa pequeña probada de impotencia me encaminó a aprender la LSM”, cuenta.
Liliana se enamoró del idioma, de la sintaxis, del ritmo. Para ella es como poesía con las manos.
En México no hay una carrera formal como intérprete de LSM, pero Ruiz buscó diferentes certificaciones para profesionalizar su trabajo. Por ejemplo, desde 2007 está certificada ante la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STyPS).
Es perito traductor de la Lengua de Señas Mexicana en el Tribunal Superior de Justicia de Querétaro desde 2007. Cuenta con la certificación oficial que da el Consejo Nacional de Normalización y Certificación de Competencias Laborales (Conocer), a nivel nacional.
“No cualquiera que sabe mover las manos puede ser un traductor, ni siquiera los padres de los sordos. Para hacerlo se necesita una formación profesional”, explica.
Aquí un claro ejemplo de cuando se quiere APARENTAR ser “Inclusivos” y terminan violando los Derechos Humanos conquistados por una Comunidad.
RESPETO A LOS SORDOS #exigimosinterpretesprofesionales #LSM #gruposvulnerables pic.twitter.com/JCj3szafZE— Lucero López (@LuceroLC08) August 11, 2020
Hay muchos casos en los que la comunidad sorda ha denunciado pésimas traducciones; por ejemplo, durante una conferencia de prensa del presidente Andrés Manuel López Obrador del 7 de agosto de 2020 en Baja California Sur, la madre de un sordo denunció que se tradujeron palabras al azar e inventaron señas.
Lo más grave fue que en un momento importante –como lo es una pandemia– al hablar de cómo se transmitía el virus, la intérprete tradujo: “chupar pechos”.
“Aquí un claro ejemplo de cuando se quiere aparentar ser ‘inclusivos’ y terminan violando los derechos humanos conquistados por una comunidad. ¡Respeto a los sordos! ¡Exigimos intérpretes profesionales!”, escribió en su cuenta de Twitter Lucero López, la madre que denunció.
“La comunidad sorda está empoderada y exige calidad, pero lo profesional cuesta, nuestros servicios cuestan, de eso vivimos”, agrega.
Liliana Ruiz aprendió la Lengua de Señas Mexicana desde los 17 años y se enamoró del idioma, de la sintaxis, del ritmo. Para ella es como poesía con las manos. Hoy es parte del acceso a la justicia para la comunidad sorda. (Foto: Cortesía)
Liliana Ruiz habla con las manos, tiene 25 años traduciendo LSM y cualquiera que tiene una conversación con ella, le señala que mueve mucho las manos, “tengo muy interiorizado el idioma, hay veces que sueño con él”, cuenta.
La LSM tiene una serie de signos gestuales articulados con las manos y están acompañados de expresión facial, mirada intencional, movimiento corporal y están dotados a la vez de dotados de una función lingüística, como cualquier idioma.
“Cerebralmente hablando, cuando escuchamos el mensaje en español tenemos que decodificarlo, cambiar la estructura gramatical y adaptarlo a la cultura de sordos. Todo esto en tiempo real”, describe Liliana.
En 2019, fue aprobada una iniciativa para que las sesiones de pleno del Poder Legislativo estatal contarán con intérprete-traductor. “Querétaro es uno de los pocos municipios donde –por ley– en las sesiones de Cabildo, tiene intérprete, el problema es que solo es en el municipio”, apunta Ruiz.
Sin embargo, hay avances, gracias a ellos, desde hace 14 años Liliana es perito traductor de la Lengua de Señas Mexicana en el Tribunal Superior de Justicia de Querétaro.
“Llegué al tribunal gracias a una mujer de la comunidad sorda que yo conocía. Ella estaba en un proceso de divorcio y me pidió como su traductora. Cuando la abogada aprobó que yo fuera su intérprete, me dijo que metiera mis documentos al Tribunal porque no tenían mi especialidad. Así me convertí en una figura oficial”, cuenta.
Pero Liliana ha tenido que prepararse por su cuenta. “Una mala traducción puede llevar a la gente a la cárcel, así que me lo tomo como es, algo serio”.
Así que ha tomado cursos, diplomados y otros cursos especiales para entender mejor los términos legales. También, la Suprema Corte de Justicia de la Nación la capacitó a ella y a otros intérpretes en el nuevo Sistema de Justicia Penal.
“La regla es que no podemos traducir lo que no entendemos, entonces, me empapo de lo que se va a tratar. Me acerco con los abogados para que me expliquen la situación y, en el caso de que la conversación se suba de nivel a una jerga de términos legales, solicito al juez que hablen de manera que todos podamos entender, porque ni los implicados ni los intérpretes no somos abogados”, dice.
Los casos que más recuerda Liliana, son aquellos donde una correcta traducción marcó la diferencia. “En una ocasión, me tocó traducir a un joven sordo culpado de feminicidio. Me marcó mucho, porque tuve que enfrentarme a ver imágenes muy fuertes, pero valió la pena porque fue declarado inocente”, cuenta.
En otro caso un taxista abusó sexualmente de una sorda, pero con la traducción de su testimonio el culpable recibió sentencia. “La gente cree que ellos no pueden hablar ni defenderse, pero pueden hacer hasta retratos hablados”.
En otra ocasión, un sordo fue un testigo ocular del asesinó de un contador y fue clave para resolver el caso. “Me gusta cuando se imparte la justicia hacía el lado correcto. Los sordos hablan un idioma diferente, pero tienen derecho a acceder a la información y a la justicia”, concluye Liliana.