Todos los seres vivos tenemos una autorregulación marcada por el día y la noche.
Los ritmos circadianos tienen que ver con nuestra calidad y cantidad de sueño. Si usamos pantallas en las noches podemos tener dificultades para descansar debido a que esa luz inhibe la producción de melatonina, una hormona que le indica al cerebro que es la hora de dormir. (Foto: iStock)
Tic tac, tic tac. tic, tac. En nuestro organismo y el de todos los seres vivos de este planeta —sean plantas, microorganismos o animales– se activan o desactivan procesos internos vitales, que siguen un ciclo de 24 horas. Responden a ciclos de luz/oscuridad y se conoce como ritmo circadiano, ¿cómo funcionan?
La maquinaria que trabaja, como si fuera un reloj, en nuestro organismo se estudia desde hace 40 años, por lo menos, y tiene que ver con nuestros hábitos de sueño/vigilia, comida/ayuno, trabajo/descanso.
Nuestra vida acelerada y los malos hábitos han alterado esos ritmos circadianos y, aunque no se vea de forma inmediata, a largo plazo pueden contribuir a enfermedades como el cáncer, diabetes, obesidad y otros.
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La palabra circadiano proviene del latín circa diem, que significa “aproximadamente un día”. Esta regulación interna surge como una adaptación evolutiva que le permite al organismo anticiparse a los cambios del entorno.
Si nos fuéramos a vivir a la Luna o si estuviéramos encerrados en un búnker, sin señales que nos dieran alguna pista exterior sobre el día o la noche, nuestro reloj interno —aún así— se ajustaría a variaciones de mayor y menor actividad.
Raúl Aguilar Roblero, de la División de Neurociencias, del Instituto de Fisiología Celular de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), explica que en situaciones experimentales controladas, se ha observado a personas totalmente aisladas que hacen un día de 36 horas, 24 horas están despiertas y 12 horas duermen, lo que indica que nuestro organismo tiende a una autorregulación.
¿Cómo funciona este reloj interno? Las millones de células de nuestro cuerpo traen genes reloj que son los que generan oscilaciones internas, con la capacidad de interiorizar el día y la noche.
Mientras que en nuestro cerebro existe una pequeñísima porción que se llama núcleo supraquiasmático, que funciona como un péndulo sincronizador de este complejo engranaje. Agrupa a 20,000 neuronas y se ubica en el hipotálamo.
Su ubicación es estratégica, de acuerdo con el investigador, porque las células de ese núcleo están arriba del quiasma óptico, donde se unen los dos nervios ópticos que vienen de la retina y tienen fibras nerviosas.
“Algunas de esas fibras hacen conexiones sinápticas con las neuronas del núcleo supraquiasmático, y así es como sincronizamos los osciladores circadianos (de las células) para que funcionen como un solo reloj biológico”.
El núcleo supraquiasmático es el gran orquestador del engranaje y el que manda las señales para que los osciladores de las células se alineen.
“Esas señales moleculares se tienen que convertir en una señal eléctrica para que el cerebro le diga al resto del cerebro y al resto del organismo qué horas son y qué debe de hacer”.
En todo. Tienen implicaciones moleculares, porque regulan la expresión de genes; en funciones fisiológicas como la temperatura corporal, frecuencia cardíaca, sueño, producción de melatonina o insulina; en funciones metabólicas como el procesamiento de azúcares, grasas y carbohidratos; y conductuales, como el humor y actividad cognitiva.
Aguilar Roblero comenta que nuestra temperatura corporal sube y baja según la hora del día, por ejemplo, en la noche, cerca de la hora de dormir, se nota un ligerísimo aumento de temperatura.
También se puede medir a lo largo del día con nuestra presión sanguínea, que sube y baja, según la hora.
Incluso, se nota en nuestra estatura: al final del día nuestra columna vertebral se comprime y medimos unos milímetros menos que en la mañana, lo que es un cambio anatómico. Son cambios sutiles, pero a todos nos ocurren.
En los ciclos de sueño/vigilia, la noche es para dormir y el día para estar despiertos, pues el núcleo supraquiasmático controla la producción de melatonina, una hormona que produce somnolencia y responde a la luz que entra de los nervios ópticos.
Cuando hay menos luz (en la noche), el núcleo le indica al cerebro que elabore más melatonina para producir sueño, de acuerdo con el Instituto Nacional de Ciencias Médicas Generales de Estados Unidos.
El uso de teléfonos celulares y pantallas en la noche han modificado nuestros patrones del sueño por estar expuestos a la luz de estos dispositivos.
Los expertos recomiendan corregir la mala costumbre de dormir a lado de los móviles y dejar de usarlos –por lo menos– 30 minutos antes de dormir para que el cerebro se prepare para el descanso.
Los ritmos circadianos regulan nuestro metabolismo. Aunque ya lo hemos escuchado muchas veces, el desayuno es la comida más importante del día, tiene que ser una comida fuerte para que nuestro metabolismo tenga la energía suficiente para romper el ayuno que precedió el sueño.
Otro mal hábito es hacer solo dos comidas al día: una muy pequeña y una segunda muy abundante. “Creemos que así vamos a tener nuestro peso controlado, pero es un error, en realidad deberíamos tener tres comidas importantes en el día: desayuno, comida y cena; además de dos colaciones o comidas muy ligeras para mantener los niveles de energía adecuados”, indica el investigador de la UNAM
Los hábitos impactan en la organización temporal del organismo, el experto lo asemeja con el tráfico de una terminal aérea:
Los aviones tienen que llegar ordenadamente a las horas que les corresponden. No pueden llegar y querer que les den pista de aterrizaje antes o después, porque esos cambios traen caos. Nuestro cuerpo, que es mucho más complejo que un aeropuerto, debe tener hábitos regulares.
“Todas las actividades del cuerpo tienen que estar perfectamente organizadas en el tiempo, con una secuencia específica, con una duración específica. Si la alteramos desordenamos gravemente al cuerpo y nos podemos enfermar”.
Hay muchas alteraciones reversibles como los trastornos del sueño o los malos hábitos alimenticios, pero si no se atienden pueden acarrear problemas psiquiátricos muy severos relacionados con el estado de ánimo, como ansiedad o estrés crónicos, además de diabetes, obesidad y cáncer.