Ciudades como Monterrey, Querétaro o la CDMX se enfrentan a la falta de un recurso cada vez más escaso.
Los residentes de Monterrey reciben agua en camiones cisterna ante una severa sequía en el norte del país. (Foto: Julio César / AFP)
Nuevo León es uno de los estados mexicanos que se está quedando sin agua. De hecho, en imágenes de la NASA se observa cómo la presa Cerro Prieto ha llegado a su punto más bajo en la historia.
Esto no es nuevo en el país. Existen localidades en las que el agua, un recurso indispensable, es inaccesible para la población, lo que ha traído consecuencias graves para la salud pública.
Durante 2021, más de 60 colonias del municipio de Guadalajara sufrieron por la falta del servicio cotidiano de agua en sus hogares, negocios y escuelas. En la Ciudad de México, en alcaldías como Iztapalapa, donde deben contratar pipas para acceder al recurso.
“En México, del total de agua, se usa 76% en la agricultura,14% en las ciudades para el abastecimiento urbano y el 5% para la industria autoabastecida y hay otro 5% para las termoeléctricas”, comentó Jurgen Mahlknecht, investigador del Tec de Monterrey.
Como en muchos otros países, dice el experto, en México, las políticas públicas y la cultura del agua deberían estar enfocadas en tener una producción agrícola más eficiente.
La capacidad de garantizar seguridad hídrica no solo corresponde al gobierno federal, también la comparten las autoridades locales. Para abastecer a las ciudades de México se requiere traerla –incluso– desde otros estados o buscar, cada vez, más profundo.
En el Valle de México, en promedio, 60% del agua proviene de los acuíferos de la propia cuenca, el 17% viene de aguas superficiales, como son los manantiales o ríos, y el restante se importa de otras fuentes.
En el caso de Monterrey, el 60% proviene del agua superficial de las presas y el 40% proviene de los acuíferos, mientras que en Guadalajara la situación es similar, se extrae el agua subterránea de pozos profundos en la ciudad y el agua superficial viene del Lago de Chapala.
Pero, ¿qué pasa con los acuíferos? Este recurso hídrico se encuentra depositado bajo tierra en formaciones geológicas de rocas, arenas y gravas; su principal fuente de recarga es la lluvia y la nieve, por medio de la filtración.
El problema con los acuíferos es que se extrae más agua de la que se recarga, lo que podría provocar el hundimiento de algunas zonas, pero esto no es lo único sino también la acción humana, sustancias y partículas contaminantes que se incorporan a los acuíferos.
De acuerdo con los expertos, tenemos poco más de 25 años para revertir el desperdicio de agua, pues entre 4,800 y 5,700 millones de personas podrían vivir en áreas con escasez potencial, según estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para 2050.
En ocasiones, cuando vemos cifras que el gasto mayor lo hace la industria agrícola podemos pensar que nuestro papel como consumidores es mínimo, pero esto no es verdad.
“A lo mejor dices: ‘no, la industria es de algunos particulares y yo no tengo injerencia en ella’, pero la presión se ejerce desde un pequeño grupo y se va haciendo un efecto multiplicador, podemos impactar en políticas que regulen a esas industrias”, explicó Delia Gutiérrez Espinoza, líder nacional del Medio Ambiente del Tec.
Por otro lado, están las acciones que como individuos podemos realizar frente a la cultura del agua.
Existen atomizadores para grifos, dispositivos como las duchas eficientes, baños secos, lavadoras que usan menos agua. Estos dispositivos pueden ahorrar hasta 20%.