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Las ciudades inteligentes necesitan ciudadanos (además de tecnología)

Las ciudades inteligentes serán un término abstracto inoperable si no se logra enganchar a los ciudadanos, pues son quienes lograrán ahorros energéticos.
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Investigadores del Tec de Monterrey buscan que estudiantes y profesores ayuden a ahorrar energía desde su celular. (Foto: Getty Images)

En los últimos dos años hemos generado más datos que los que se han creado en toda la historia de la humanidad. ¿Qué hacer con ellos? Por ahora, las organizaciones públicas, privadas y sociedad civil solo aprovechan el 12% de esa información, pero hay enormes oportunidades en el 88% restante.

Los datos son los tabiques básicos con los que construiremos las ciudades inteligentes. Con ellos se identifican problemas, se modelan soluciones y se mide su impacto en energía, seguridad, salud, servicios públicos, equidad de género, pagos y otros.

Investigadores del Tec de Monterrey trabajan en estrategias para enganchar a los ciudadanos emocionalmente y experimentan, en tiempo real, con la comunidad universitaria del Campus de la Ciudad de México estrategias de ahorro de energía a través de aplicaciones o interfaces. 

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Gamificación y ciudades inteligentes

Tener datos e información es un aspecto importante para lograr ciudades inteligentes, pero también lo es que los ciudadanos nos sumemos a la causa, pues somos quienes las vivimos y generamos una interacción entre la comunidad, edificios y tecnología.

El investigador Pedro Ponce Cruz, junto con Juana Isabel Méndez Garduño, Omar Mata y Adán Medina, del Institute of Advanced Materials and Sustainable Manufacturing de la Escuela de Ingeniería y Ciencias del Tec, han realizado una serie de investigaciones sobre cómo motivar a los usuarios para que sigan recomendaciones sobre ahorro energético con dinámicas similares al juego.

“Las interfaces que estamos diseñando dan recompensas a las personas, porque el ahorro de energía per se no es un incentivo para muchos, hay quienes prefieren que se les reconozca en una página social como ahorradores, o con mensajes motivacionales para mejorar su calidad de vida”, explica Ponce.

Los expertos utilizan las mecánicas del juego o gamificación, la economía del comportamiento y el pensamiento de diseño en contextos ajenos al juego para motivar, involucrar y educar a las personas en la resolución de problemas del mundo real.

También han estudiado las personalidades de los potenciales usuarios y los usos que le dan a los juegos para crear mensajes de comunicación que cumplan con el propósito de influir en ellos positivamente.

El profesor explica que dependiendo de la entidad o región, las personas tienen una actitud o personalidad diferente, por ejemplo, en un sitio la mentalidad puede ser más proclive al cuidado del medio ambiente mientras en otra no.

Hay entidades abiertas a la adopción de nuevas tecnologías, otras a los cambios o al ahorro. Es por ello que han diseñado recompensas de acuerdo con las distintas personalidades de los usuarios para tener una probabilidad de éxito mayor.

“Es un reto tener una comunicación asertiva con ellos. Hay que enganchar emocionalmente a los usuarios para motivarlos”, dice. 

Un campus universitario como laboratorio

Un campus universitario puede ser una versión equivalente a una ciudad inteligente pero en pequeño, donde estudiantes y profesores se involucren en estrategias de reducción de energía. 

En la reconstrucción del Campus Ciudad de México del Tec de Monterrey se pensó desde un principio que fuera sostenible.

Tiene paneles fotovoltaicos, parques y plazas urbanas, edificios bioclimáticos con ventilación natural, una pérgola para la reducción de la ganancia de calor, contempla la reducción de la huella de carbono, entre otras.

En este conjunto de edificios es donde Ponce y sus colaboradores proponen que, desde el teléfono celular, los estudiantes y profesores se involucren en dinámicas de gamificación (que hace el aprendizaje divertido), por ejemplo, al competir con otros grupos, para que apaguen la luz al salir de un salón o le bajen a la temperatura del aire acondicionado, que representa el 40% del consumo dentro de un edificio.

Actualmente, Ponce, junto con Citlaly Pérez Briceño y Juana Isabel Méndez están proponiendo que el campus se comprenda también como una microrred inteligente, donde cada edificio comprende una nanored y cada piso una pico red para analizar en dónde se pueden promover ahorros utilizando estas técnicas de gamificación.  

Ya han probado con bicicletas eléctricas que se cargan con energía solar dentro del campus, sombrillas con paneles solares flexibles que sirven para proporcionar energía e iluminación solar en ese punto y para que la gente cargue sus dispositivos electrónicos.

También está la propuesta de crear un invernadero inteligente para que las personas dentro del campus se alimenten con ellos.

El investigador explica que tienen el reto de masificar las bicicletas y el invernadero para que tengan mayor impacto.

De la universidad a la casa

De esta experiencia, buscarán que los casos exitosos que funcionen en el campus se repliquen en casas y en edificios para ir construyendo ahora sí, una ciudad inteligente. 

“Se habla de las ciudades inteligentes de forma abstracta, pero quienes realmente harán que suceda son los ciudadanos”, indica Ponce.

Idealmente, las ciudades se convertirán en entidades más dinámicas cuando los usuarios también implementen ahorros en casa.

Desde el móvil podrán controlar sus lavadoras, hornos, refrigeradores o sistemas de calefacción, de forma automatizada.

Recibirán información precisa sobre su consumo de energía, horarios recomendables de uso de dispositivos, cuándo desconectar e incluso, la mejor forma de acomodar los muebles bajo una perspectiva energética, pues es un aspecto en el que casi no se piensa al decorar un hogar.  

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La publicación de un libro

En septiembre de este año, los investigadores del Tec de Monterrey publicarán el libro Data and AI Driving Smart Cities, en el que darán a conocer los resultados de sus investigaciones de gamificación de usuarios, en colaboración con especialistas de la Universidad de Berkeley, Universidad de Concordia y la Universidad de Arizona. 

Consideran que una comunidad conectada podría resolver problemas como energía, seguridad, salud, servicios públicos y otros, también dan un panorama del futuro de las tecnologías en las ciudades inteligentes.

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Autor

Luz Olivia Badillo