Dos neurólogas mexicanas describen a profundidad el cerebro materno, la génesis de todas sus habilidades.
Algunos de estos cambios en el cerebro son temporales y duran desde el embarazo hasta que el bebé tiene un año, pero otros dejan huella para siempre. (Ilustración: iStock)
Las mamás tienen una memoria increíblemente precisa; la capacidad de hacer muchas cosas a la vez; la habilidad de distinguir qué tiene o necesita su hijo con solo escucharlo o verlo; la facultad para saber dónde se encuentra cada cosa y un reconocimiento facial y auditivo que supera la inteligencia artificial. Esto es gracias al cerebro de mamá.
Tec Review consultó a dos neurólogas para entender qué pasa en el cerebro materno.
Todo comienza con una hermosa lluvia de hormonas en el embarazo, describe Laura Elisa Ramos Languren, investigadora y profesora de la Coordinación de neurociencias en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Entre este aguacero de sustancias químicas una de las protagonistas es la oxitocina, pues se encarga de preparar al cerebro para cuidar al bebé. Esta misma hormona es la que mantiene al cerebro alerta todo el tiempo y la culpable de que no vuelvan a dormir igual.
“Además, el cerebro cambia de ciertas zonas, primero se han documentado cambios en el área preóptica medial a través de neuroimágenes. Esta estructura está ligada al apego, esa necesidad de estar con alguien”, dice.
Una vez que esa área cerebral se activa, otras áreas también se encienden, por ejemplo, la relacionadas con el olfato, gusto, tacto, audición y visión. Esto explicaría el porqué las madres pueden distinguir la voz de sus hijos entre muchos otros.
El cerebro materno se modifica en seis regiones diferentes relacionadas con la empatía. “Así las madres no solo reconocen a sus hijos, también pueden saber qué tiene o qué necesita con un solo llanto o un gesto”.
Este mapa muestra los cambios cerebrales que presentan las madres. (Ilustración: El cerebro materno y su plasticidad en humanos)
El olor del bebé puede ser adictivo para las madres porque, después del parto, se encienden los mismos circuitos involucrados al consumo de drogas o a las experiencias placenteras, como un orgasmo.
“El aroma del bebé activa el sistema neurológico de la madre, es decir el área del placer y el centro de recompensa”, dice María del Carmen Ramírez Camacho, especialista en comportamiento adictivo de la UNAM.
Los aromas corporales de un bebé activan las áreas neostriatal dopaminérgicas, aumentan las respuestas neuronales en el putamen (una estructura situada en el centro del cerebro) y el núcleo caudado medial y dorsal, esta reacción química envía señales que la mujer traduce en cuidado y protección. Estos olores motivan el afecto y –por lo tanto– la unión entre madre e hijo.
También se ha visto, a través de neuroimágenes, que las madres tienen activa la amígdala que les permite interpretar los diferentes gestos de sus bebés.
“Por ejemplo, si ven a su bebé triste o llorando, reaccionan como si estuvieran en una situación de miedo o estrés. Por el contrario si ven a su bebé feliz o tranquilo, activan su circuito de recompensa”, explica Ramos Languren.
El cerebro de las madres se hace más pequeño porque la materia gris disminuye, “esto no es malo, al contrario, se compacta para hacer más eficiente la sinapsis”, dice Laura Elisa Ramos.
Este encogimiento beneficia las zonas del lóbulo frontal, temporal y el hipocampo. El primero está relacionado con la capacidad de aprender, tomar decisiones y la habilidad multitarea. Esta modificación ayuda a la madre a elegir con más velocidad cuál es la respuesta más apropiada a cada situación y a tener la capacidad de llevar a cabo muchas tareas al mismo tiempo.
Por otra parte, el hipocampo está relacionado con la memoria de episodio, por esta razón tu mamá olvida cosas que acaban de pasar, pero recuerda con precisión todos los detalles de tu nacimiento, tu primera palabra, de acuerdo con un estudio de la Universidad de Maryland en Estados Unidos.
Las pequeñas lagunas de memoria a corto plazo que presentan las madres se deben a que el cerebro prioriza y desecha elementos de su vida.
Algunos de estos cambios son temporales y duran desde el embarazo hasta que el bebé tiene un año, pero otros dejan huella para siempre, de acuerdo a los estudios que se han realizado.
Un estudio acerca de la Plasticidad neuronal en padres de bebés humanos concluyó que los papás también tienen una respuesta cerebral hacia su bebé, pero lo más interesante es que si el padre es el cuidador principal la sensibilidad puede ser más alta que la de madre.
“Tener hijos modifica el cerebro de ambos padres y aunque la crianza se ha cargado culturalmente a las mujeres, estos estudios nos demuestran que no solo nosotras estamos cerebralmente preparadas para ser las cuidadoras principales de los hijos, sino que también los padres”, concluye Ramos Languren.