La carrera por las vacunas contra la Covid-19 inauguró una nueva era para la biofarmacéutica.
Invertir en tecnología es riesgoso, pero cambia el rumbo de una compañía o un sector. (Arte: Nora Muñoz)
La carrera por las vacunas contra la Covid-19 inauguró una nueva era para la biofarmacéutica. Pequeñas empresas biotecnológicas muestran su relevancia para la ciencia y la humanidad.
El doctor William A. Haseltine sabe anticiparse al futuro. El brillante científico de Harvard cambió el rumbo de la pandemia de VIH al orquestar la estrategia que ayudó al desarrollo del primer tratamiento contra ese virus y adelantó que la secuencia del genoma humano sería vital para una nueva era farmacéutica. Sacudió el statu quo y, en 1981, se lanzó como empresario al fundar su primera compañía biotech.
Cuarenta años y una nueva pandemia después, el perfil del científico empresario, catalogado por Time como uno de los “25 ejecutivos más influyentes a nivel global”, es más relevante que nunca.
La crisis por Covid-19 ha revolucionado el entramado colaborativo y ha hecho la ciencia más global que nunca. La academia, compañías de Big Pharma, inversionistas, organizaciones filantrópicas, pequeños laboratorios, startups y microempresas biotech trabajaron a contrarreloj y desarrollaron en solo meses vacunas que habrían tomado décadas.
De pronto, los nombres Moderna, Novavax y CanSino resonaron en los medios. En México, Neolpharma y Avimex también se esforzaban por crear vacunas. Los titulares financieros, en tanto, anunciaban que el valor de la pequeña alemana BioNTech se había elevado de 4,600 millones de dólares (mdd) en 2019 a 21,000 mdd cuando se anunció su alianza con la gigante Pfizer.
“La biotecnología viene a cambiar todo el paradigma”, señala Jaime Ortega-López, presidente de la Sociedad Mexicana de Biotecnología y Bioingeniería.
“Estas empresas son los nuevos Teslas, son Apples”, anticipa Xavier Tello, experto en el sector.
Tan solo en 2020, el ramo alcanzó un valor global de 627,000 mdd, según el reporte Global Biotechnology Market de ResearchAndMarkets.com. El boom, coinciden expertos, era un tanto predecible, pues se ha venido gestando desde la década de 1980, cuando los aciertos y errores en la investigación del VIH afinaron tecnologías y se mejoraron los métodos diagnósticos.
“Son los ladrillos sobre los que se ha venido desarrollando todo. Estos ladrillos han ido construyendo las bases de empresas como BioNTech”, apunta Tello.
También han servido de cimiento para una histórica relación entre la Big Pharma –el círculo de farmacéuticas que dominan el mercado global– y laboratorios de menor tamaño capaces de dotar a los gigantes globales con innovaciones altamente especializadas “casi listas” para salir al mercado.
Su aportación se traduce en reducciones sustanciales de tiempo y millonarios costos de investigación, explica el doctor Arturo Santos-García, director de Emprendimiento de Base Tecnológica del Tec de Monterrey.
En enero de 2020, cuando el coronavirus cobraba sus primeras víctimas en China, Ugur Sahin, uno de los fundadores de BioNTech y uno de los 100 hombres más ricos de Alemania, encontró que su trabajo sobre fármacos contra el cáncer, con tecnología de ARN mensajero, podría acercarlos a una vacuna contra la Covid-19.
Por años, él y su esposa Oezlem Tuereci habían trabajado en el desarrollo de fármacos oncológicos de alta tecnología.
Primero en las filas de Ganymed Pharmaceuticals (adquirida por Astellas Pharma en 2016 en 1,400 mdd) y eventualmente en BioNTech, que aprovechó las investigaciones especializadas que culminaron en el desarrollo, en solo dos días, de la vacuna, en mancuerna con la estadounidense Pfizer y la china Fosun.
Casos similares rodearon a CanSino Biologics –biotech china que creó uno de los biológicos de emergencia–, AstraZeneca y la Universidad de Oxford, y el efecto alcanzó, incluso, a las mexicanas Avimex y Neolpharma. El meteórico despegue de esas compañías ante la crisis global ha mostrado un histórico desempeño donde pequeñas biotech ahora son referentes.
Gilead Sciences, por ejemplo, pasó de ser un pequeño laboratorio a una de las más grandes farmacéuticas que desarrolló Bitkarvy, uno de los tratamientos para VIH más usados. Human Genome Science, fundada por Haseltine, fue comprada hace más de 10 años por GSK por 3,600 mmd.
“El nuevo boom vendrá en biotecnología”, asegura Santos-García. “Las empresas de este sector serán más poderosas que Apple”.
(Infografía: Tec Review)
Un reporte de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) confirma que la farmacéutica y la biotecnología aumentaron sus inversiones.
“Justo eso está cambiando. Antes de la pandemia, los inversionistas no estaban listos. Ahora ven que se generan ingresos”, dice Daniel Domínguez Gómez, presidente de Allbiotech, organización no lucrativa que promueve la biotecnología y la bioeconomía como herramientas para el crecimiento sostenible en Latinoamérica.
Si bien una pequeña biotech puede surgir de los laboratorios de una institución, para que tome otra dimensión requiere que una incubadora provea fondos de dos o tres mdd, explica Tello. Por ejemplo, Ganymed Pharmaceuticals surgió como un spinoff de la Universidad de Main y Zurich; Moderna fue fundada con el apoyo de dos inversionistas.
“La biotecnología depende de qué tanto le pongas”, asegura Ortega-López. Para Santos-García, “invertir en tecnología es riesgoso”, pero acertar cambia el rumbo de una compañía o un sector.
Mario Moisés Álvarez, de la Escuela de Ingeniería y Ciencias del Tec, repasa las evidencias de un nuevo capítulo en la ciencia, donde la biotecnología podría marcar una nueva camada de investigadores-emprendedores.
Las descubrió cuando su esposa Grissel Trujillo y él fueron profesores visitantes en un laboratorio de Harvard y el MIT. Ahí, surgió una conversación entre colegas sobre los emprendimientos de investigadores que buscaban comercializar sus desarrollos en laboratorio.
“Mi esposa y yo dijimos: ‘¿Qué pasa aquí?’”, rememora Álvarez.
(Infografía Tec Review)
La formación científica en México es uno de los obstáculos que los expertos ubican para poder ver un repunte de la biotecnología y otras áreas en los próximos años a través del emprendimiento. Para Santos-García, pese a que el país cuenta con científicos e investigadores capaces de generar conocimiento nuevo, el contexto político y socioeconómico de México obliga a un tipo de investigación sin una finalidad o aplicación clara que pueda traducirse en un producto comercial.
Además, se suman factores como la tradición en el consumo de tecnologías extranjeras, las bajas cifras en el registro de patentes y las brechas tecnológicas y de financiación que se evidenciaron en la pandemia.
Irónicamente, el panorama se muestra favorecedor, como un efecto secundario del coronavirus. Este febrero, Allbiotech cumplirá cinco años, en los que han pasado de cuatro integrantes a sumar unos 300 miembros entre docentes, investigadores y emprendedores en toda la región.
“Ahora todo el mundo sabe qué es biotecnología”, celebra Domínguez Gómez.
Y Álvarez & Trujillo Lab, uno de los proyectos en bioingeniería tisular desarrollado con investigadores de la UNAM, parece haber hallado su cauce comercial. “Ya tenemos interés de inversionistas mexicanos. Vamos a salir juntos a comercializar”, adelanta el doctor Álvarez sin revelar más.
Santos- García afirma de manera contundente: “Como instituciones de educación superior, en el emprendimiento de base tecnológica tenemos una deuda muy grande con la sociedad”. Con la pandemia quizá ya haya comenzado a saldarse. (Por Isaac Garrido)
Este artículo apareció originalmente publicada en la edición 39 de la revista digital Tec Review