En la era de los influencers y las recomendaciones en línea, parece que los premios de la crítica pierden fuerza. ¿Todavía determinan el éxito de una película?
Los Globos de Oro nos demuestran que hay mucho más detrás de un galardón. (Arte: Tec Review)
La temporada de premios al cine está en pleno. Suena a que es muy pronto, pero este mes suceden la gran mayoría de las entregas de sociedades de críticos.
La 94 edición de los premios Óscar, organizada por la Academias de las Artes y las Ciencias Cinematográficas (AMPAS), anunciará a sus nominados el 8 de febrero y la ceremonia, que prácticamente cierra el ciclo, será el 27 de marzo.
Los Globos de Oro ya fueron y son un buen ejemplo para hablar de una tradición en crisis. O quizás no tanto. Es cuestión de perspectivas.
En primer lugar, hay que comprender que las entregas de reconocimientos en el cine son un eslabón más de la industria.
Sí, ante el ojo público son la instancia que indica qué fue lo mejor del año y en parte lo hacen, pero también hay que aceptar que en el arte, aunque hay reglas, el criterio siempre es subjetivo.
Eso, entre otras razones, explica por qué Ciudadano Kane, considerada como la mejor película de todos los tiempos perdió cuando fue nominada al Óscar en 1941 frente a ¡Qué verde era mi valle!
Otros casos son la pérdida de Secreto en la montaña o, más recientemente, de Roma, no digamos de clásicos que no consiguieron la nominación como Psicópata americano, El gran Lebowski o El caballero de la noche.
Luego, está el hecho de que los nominados y ganadores responden a cuestiones políticas, sociales o de tendencias.
¿Habría ganado Moonlight en 2016 sin el famoso #OscarSoWhite un par de años antes? Y eso no es todo.
Toda la temporada de premios, y en especial los galardones principales o con más exposición (los óscares, SAG Awards, Critics Choice Awards, BAFTA y, al menos hasta el año pasado, Globos de Oro), son una herramienta de marketing.
Los estudios y distribuidoras tienen un presupuesto especial y diseñan estrategias para asegurarse de que su película sea vista y considerada.
Un filme ganador −en promedio− obtiene 20 millones de dólares más en taquilla, pero eso puede ser mucho, mucho más, dependiendo el título y qué tan accesible pueda ser para el gran público (El discurso del rey pasó de 30 millones a 400, luego de ser nominado y llevarse el premio; un gran resultado para una película que costó 15 millones en hacerse y cuyas expectativas comerciales eran mucho menores).
El punto es que un premio les da visibilidad a los filmes.
¿Acaso no todos queremos ver una película porque podría ser nominada, porque ya lo está y más aún si ya ganó? Por eso, muchos tráileres de películas incluyen el “nominado” o “ganador”.
El beneficio no solo es para el estudio o distribuidora, los actores, directores y demás talento involucrado suman a su currículum la distinción y −también− dólares a su cheque.
Al efecto se le conoce como el “halo del Óscar” y ha ayudado a poner en la mira internacional a actores como Yalitza Aparicio, Olivia Colman, Terrence Howard o Chiwetel Ejiofor.
Igualmente, su cheque incrementa para próximos proyectos. MarketWatch ha reportado que −en promedio− un actor que obtiene cuatro millones de dólares más, incluso sin llevarse la estatuilla.
Los premios, sin duda, tienen sus bondades y son un espectáculo con múltiples salidas comerciales que van desde la alfombra roja hasta la propia industria.
También son un modelo de negocio con sus áreas de oportunidad y ello no solo aplica para los premios al cine.
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En general, las premiaciones como eventos televisivos han demostrado ir a la baja. El Óscar, por ejemplo, vio su audiencia decrecer de 23.6 millones en 2020 a 10.4 en 2021, el más bajo en la historia.
Y tiene que ver con quién está nominado y quién no. Las ceremonias con grandes audiencias han sido aquellas con nominados o ganadores como Titanic o El señor de los anillos: El retorno del rey.
Eso explica por qué, aunque no es el único motivo. Por ejemplo, ahora hay 10 nominados, lo que ha dado lugar a que cintas más comerciales o de géneros “menos serios” como Mad Max: Furia en el camino, Joker o Black Panther fueran nominados.
Entonces, ¿qué tanta relevancia tienen los premios? La suficiente. Lo que un grupo como la Academias de las Artes y las Ciencias Cinematográficas (que otorga los óscares) tiene que decir sigue siendo punto de referencia.
Es cierto que hay muchos influencers que tienen más alcance que el rating de la ceremonia del año pasado, pero no la misma credibilidad. Al final, estemos de acuerdo o no, ser nominado o ganador, el Óscar otorga un estatus en la industria, da qué pensar y lleva a los espectadores a ver la película.
Roma es un gran ejemplo. A muchos les pareció que “no pasaba nada”, que era aburrida, pero la curiosidad pudo más y la gente la vio.
Los Globos de Oro son otorgados por 90 miembros de la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood (en el Oscar votan 9,000 miembros de la industria para dar una referencia).
Es cierto, son grupos distintos, pero los óscares llevan varios años con mecanismos mucho más incluyentes que han permitido ampliar el abanico de votantes.
Aunque la Asociación de la Prensa Extranjera respondió rápido ante las acusaciones de falta de inclusión, la respuesta fue insatisfactoria, al no dejar claros los criterios bajo los cuáles se ampliaría la diversidad y eso hizo que comenzara un boicot.
Así, este año no fue televisada, la primera vez desde 2008 (NBC se negó a transmitirla, miembros de la industria se negaron a asistir). ¿Qué pasará en un futuro con el premio? Aún está por verse.
Los premios, sus procesos de votación, las categorías y su misma transmisión están en transformación. Algunos de ellos ya son obsoletos, otros dudosos. Difícilmente darán gusto a todos y siempre habrá áreas de mejora, pero aún con ello, conservan cierta autoridad.
Las ceremonias podrán no ser tan vistas, pero las redes son un aliado para esparcir quién está nominado, quién ganó.
Son herramientas para difundir, a través del vehículo más popular: de boca en boca, para dar conversación y ampliar el espectro de a dónde te lleva la cámara.
Martin Scorsese ha dicho que “el cine es una cuestión de lo que está en el cuadro y lo que está fuera”. Los premios no son tan distintos.
“Cerebralmente hablando, cuando escuchamos el mensaje en español tenemos que decodificarlo, cambiar la estructura gramatical y adaptarlo a la cultura de sordos. Todo esto en tiempo real”, describe Liliana Ruiz, perito traductor de la Lengua de Señas Mexicana en el Tribunal Superior de Justicia de Querétaro. (Foto: Cortesía)