La conquista y el cortejo se basan en reglas no escritas que datan de hace cinco siglos, ¿por qué persiste esta forma de establecer relaciones afectivas si es tan desigual?
Si crees que el amor se trata de caballeros con armaduras, tal vez construyas relaciones con inequidad. (Foto: iStock)
El hombre es el que debe conquistar a la mujer y darle regalos durante el cortejo. Ella se tiene que ‘dar a desear’ y no decir que sí de inmediato. ¿Te suena familiar? Pues desde hace cinco siglos este constructo del amor romántico se ha mantenido vivo.
El amor romántico se basa en reglas no escritas y valores que surgieron con la literatura del amor cortés o de caballería que data de la Edad Media y que se han perpetuado gracias a los productos que genera la cultura popular (canciones, libros, películas) pese a que la vida de las personas hoy es muy distinta al contexto social y cultural de aquella época.
Y el problema de estas relaciones es que son muy desiguales.
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El modelo −simplemente− no encaja con la realidad. Nora de la Cruz, directora asociada del Departamento de Lenguas de la Escuela de Humanidades y Educación (EHE), del Tec de Monterrey, indica que el amor romántico es una idealización basada en reglas no escritas sobre las cuales se han construido las relaciones afectivas.
No deja de ser paradójico que Ovidio, poeta romano que murió en el año 17 después de Cristo, escribiera El arte de amar, una obra en la que se mofa de ciertas convenciones sociales de la aristocracia de la época sin saber que se convertirían en un referente de las abuelas sobre cómo conseguir pareja y cómo conservarla.
Parte de esos conceptos se perpetuaron en la Edad Media y se añadieron otros como la caballerosidad, que proviene de los caballeros.
Ahí, el hombre “tiene que hacer regalos para conquistar, es quien muestra su valía en términos de masculinidad y recursos económicos, es el que siempre toma la decisión, el que elige entre muchas a la que merece su afecto”.
Y una vez que la mujer es ‘suya’, el hombre continúa como agente activo para seguir siendo aventurero.
La mujer es un ser pasivo. Tiene que ser joven, bonita, amable, dedicada al cuidado de los demás (encaja con profesiones como ser maestra, enfermera, la cuidadora de los abuelos o hijos) y no tiene derecho a la individualidad.
“La mujer no tiene proyecto propio, no toma decisiones autónomas en el concepto del amor romántico. Por eso son relaciones desiguales”, indica la autora de ¡Te amaba y me chingaste! y del libro de cuentos Orillas.
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Los productos culturales que consumimos perpetúan roles de género basados en la idea del amor romántico y las películas de Disney son el mejor ejemplo.
“En La Cenicienta una chica compite con sus hermanastras y con todas las mujeres del pueblo para ser la elegida de un hombre al que nunca han visto y del que no se sabe nada, solo que es el príncipe”, explica de la Cruz.
En las películas más taquilleras todavía existe el tropo literario (un elemento que se repite en distintas obras y que reconocemos fácilmente porque lo hemos visto mucho) de “the one” o “la elegida”.
La mujer cuyas características la hacen la ideal para el matrimonio en la historia.
Por ejemplo, la película Pretty Woman se basa en ese concepto en donde un hombre guapo y adinerado elige a una mujer hermosa, pero pobre que se dedica a la prostitución. De la noche a la mañana la vida de ella da un giro de 180 grados, porque él se enamora y la convierte en una “dama de sociedad”.
En ambos casos son mujeres sumisas quienes terminan bajo el cobijo de un hombre bueno, adinerado y guapo.
En cambio, las mujeres rebeldes que tomaron decisiones propias han sido representadas como brujas y villanas que terminan exiliadas en un lugar lejano del reino.
El problema con asimilar estas ideas acríticamente, de acuerdo con la doctora en teoría literaria por la Universidad Autónoma Metropolitana, es que produce muchas áreas grises en la vida real.
Cuando te dicen que debes agradar, siempre se pueden terminar aceptando cosas que no necesariamente querías. De la Cruz pone como ejemplo:
“¿Cuántas veces tuve intimidad con esta persona en las que realmente quería y cuántas las experimenté por esta cultura de agradar al otro?”
Otra situación que puede interpretarse como acoso e intimidación es cuando el hombre cree que un “no” en el fondo significa “sí” e insiste, entonces existe violencia de género.
La profesora de cátedra de la EHE del Tec de Monterrey, Marina del Carmen González Martínez, considera que las discusiones en torno a los mitos del amor romántico se deben dar considerando a las clásicas autoras del feminismo como Simone de Beauvoir, Virginia Woolf y Doris Lessing, porque es muy fácil desvirtuar los términos o atribuirles otros que ya existen.
“El amor romántico en algunos contextos se ha resignificado de manera peyorativa, se considera una forma de relacionarse en la que se dan estructuras patriarcales, en donde hay dominación y violencia, pero no siempre ha significado eso”.
En el siglo XVIII y XIX, con el romanticismo adquiere características en la literatura como el amor a primera vista, la idealización del otro y la entrega completa (y aplicaba para todo tipo de relaciones).
“El amor romántico no implicaba violencia ni agresión, se caracterizaba por una idealización del otro al grado de verlo como algo divino. Los amados sacrificaban todo por el otro”. indica.