Las familias son más fuertes cuando existe confianza, respeto y comunicación. Te contamos qué dicen los expertos.
¿Hijos obligando a no salir de casa a sus padres y abuelos? Las relaciones familiares están cambiando. (Foto: iStock)
La falta de intimidad y la popularización de los aparatos electrónicos ha hecho a las relaciones familiares en el último año de pandemia.
“La intimidad no es guardar secretos, sino que hay cosas que no siempre se comentan con todos los miembros de la familia, porque es parte de tu vida personal o de tu autonomía. Si cada quien conserva un grado de intimidad y de autonomía dentro de la familia, sea en el espacio físico o en el digital, habrá una relación saludable”, comparte la psicóloga Maribel Nájera Valencia.
De alguna forma, el ambiente moldea nuestra personalidad por lo que podíamos tener una mezcla de identidades o micro identidades adaptables a los contextos.
“Muchas mamás se sorprendieron de ver cómo eran sus hijos en la escuela y muchos hijos se sorprendieron de ver cómo eran sus padres en el trabajo. Algunos tildaron a sus padres de autoritarios y juzgaron la forma en que dirigían a sus empleados”, comentó la directora de Clínica del Instituto Latinoamericano de Estudios de la Familia.
Es saludable, entonces, cultivar cierta libertad en distintos espacios para que cada integrante de la familia pueda y tenga la posibilidad de explayarse con distintas personas.
Por otro lado, hubo relaciones familiares a distancia que −por alguna razón− se mantuvieron separadas y eso condujo a la ansiedad y depresión.
Sin embargo, Maribel Nájera recueda que el vínculo cercano no es necesariamente físico, también puede ser digital.
Los rituales son muy importantes para los humanos pues con ellos enmarcamos algunos de los momentos más significativos de nuestra vida. Es una acción para mitigar la ansiedad producida pues nos dota de una sensación de estabilidad.
“No tener los rituales que teníamos, como los funerarios, cumpleaños o bodas nos afectaron -aunque aún no sabemos el impacto que tendrá- pues tardamos en procesar la partida de un ser querido, por ejemplo”.
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De acuerdo con la doctora social, si se conserva la relación de comunicación, aunque sea por medios electrónicos, la relación de familia se mantiene, porque conserva la posibilidad de un vínculo afectivo.
La pandemia también cambió las relaciones y alteró el ciclo de vida de las familias, de acuerdo con Nájera Valencia.
Ahora, hay jóvenes cuidando a sus padres de 60 años, por miedo a perderlos o a que se contagien.
“Muchos padres se quejan en terapia del control que están ejerciendo sus hijos para que no salieran de casa, por ejemplo”.
También se han visto muchas familias reconstruidas, es decir, formadas por padres que ya tienen hijos y necesitan reorganizarse.
Pues una familia con hijos adolescentes y padres maduros enfrentan, no solo la crisis de la adolescencia, sino la crisis de la mediana edad.
En el último año, observamos más complejidad en las terapias familiares de las clínicas de atención psicológica −comenta la experta− y es que muchos de los temas problemáticos en la familia tienen que ver con su misma concepción.
Los primeros estudios de la terapia familiar hablaban de un sistema lineal que iba desde la formación de la pareja, pasando por la aparición de los niños hasta el síndrome del nido vacío, y los temas de la tercera edad.
Sin embargo, el sistema familiar, y por ende las relaciones familiares, son un proceso en evolución compleja.
Cada vez tenemos que ver el ciclo vital familiar con más complejidad, pues las familias son diversas y sus relaciones dependerán del contexto social y otros factores que influyen en su integración como la religión y la clase social.
El encierro ha puesto a prueba los vínculos familiares, pues si miramos el aspecto negativo, los ha hecho difíciles, pesados, ha generado cansancio y, en algunos casos, violencia.
El cierro produce enojo y frustración comúnmente, pero en muchas ocasiones, tratar de entender qué nos enoja no nos pasa por la cabeza, simplemente reaccionamos a la emoción a través de acciones violentas. Ya sea emocional o física, con nosotros mismos o alguien más.
“Pero las emociones se acumulan, ese enojo se guarda y se multiplica, no hay forma de hacer algo sano con el dolor si uno no está consciente de eso”, advierte Ignacio Maldonado, especialista en terapia familiar.