Se estima que la generación menor de 30 años es la más dispuesta a hablar sobre sus emociones.
A veces, la ansiedad y los problemas no nos dejan dormir. Síntoma de problemas de salud mental. (Foto: iStock)
A diferencia de otros eventos catastróficos de corta duración −como un sismo o un huracán− la pandemia de Covid 19 ha creado un estado de miedo constante en la población, de tal suerte que las probabilidades de enfermar y ocasionar problemas de salud mental han aumentado.
“Todo comienza con pensamientos recurrentes sobre la salud, el trabajo, la pareja. Esos pensamientos hacen que te desveles más tiempo. De pronto, crees que no te levantas temprano porque dormiste tarde y normalizas el dormir hasta mediodía y para ti está bien. Y no, no lo está porque te sientes mal”, cuenta Carolina Venancia, una ingeniera quien ha padecido esas emociones.
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De acuerdo con la psicóloga María Elena Medina-Mora Icaza, de la Academia Nacional de Medicina de México, los cuatro factores de riesgo que pueden ocasionar enfermedades mentales son miedo o estrés, aislamiento, violencia y pobreza.
Los cuales, asociados con la larga duración de un evento catastrófico, como lo ha sido la pandemia, son encausados a desarrollar trastornos mentales.
Estos trastornos son una gran bola de nieve cuyo origen es multifactorial, pero se caracterizan –generalmente– por ser alteraciones emocionales, de conducta, de pensamiento y de relaciones con los demás.
Así que aún estamos viviendo una epidemia de miedo producida por las distintas situaciones asociadas a la pandemia provocada por el SARS-CoV-2 ya que la proporción de personas que ha estado expuesta a contagios es, incluso, menor al número de personas que tienen miedo, señala Medina-Mora Icaza.
Hasta ahora no se tiene un registro de las enfermedades mentales que sea concluyente.
La última Encuesta Nacional de Salud Mental, señalaba que el 18% de la población urbana de entre 15 y 64 años de edad sufría algún trastorno del estado de ánimo, como ansiedad, depresión o fobia.
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En el último año ha aumentado entre la sociedad sentimientos como la angustia, el estrés agudo, trastornos del sueño, el uso de sustancias nocivas y las crisis de ansiedad.
Mariana Muñiz es artista y dice que durante el año pasado sintió la angustia por el bienestar de su familia y por sus proyectos.
“La preocupación por la manera en que se truncaron mis proyectos personales, el estrés por la salud de mi novio y por la mía, la tristeza y el enojo cuando él y yo llegábamos a discutir por las tensiones que nos provocaba el encierro”, cuenta.
En septiembre de este año, después de estar un tiempo con su familia nuclear, tomó la decisión de ir a terapia.
“Me está ayudando mucho. Estoy aprendiendo a mediar entre el miedo, la ética por el cuidado de otras y otros, y la necesidad de no abandonar mi proyecto de vida”, comenta.
Marcela Gándara, directora del Instituto Latinoamericano de Estudios de la Familia, dice que estamos ante un mosaico emocional, tan diverso como la población mexicana.
“Las familias han sufrido mucho por los distintos duelos que han tenido que vivir, los cuales, no solo se enmarcan tras la muerte de un ser querido, también hay duelos cuando alguien pierde el trabajo, o se desgasta la salud de alguno de los integrantes de la familia. Sobre todo en nuestro país, donde las desventajas sociales son acumuladas, pues las injusticias sociales, impactan directamente en la salud mental”, comenta Gándara.
De hecho, se ha observado que la prevalencia de los síntomas depresivos se da en zonas de mayor pobreza y marginación como en el sur del país, acorde con datos de Salud Pública de México.
Los problemas de salud siguen siendo un tabú para gran parte de la población mexicana. Tanto que, se discrimina, omite o se ridiculiza a las personas que hablan de sus emociones, tal es el caso de las burlas a la llamada “generación de cristal”.
Esos jóvenes, de apenas 20 años, comienzan a hacerse presentes a través de redes sociales y se muestran más sensibles ante los problemas.
También son quienes, en el último año, han solicitado ayuda en la línea de seguridad del Consejo Ciudadano, cuya institución es experta en brindar ayuda psicológica.
El Consejo Ciudadano reportó el pasado 10 de septiembre −en el marco del Día Mundial para la Prevención del Suicidio− que 37.5% de las personas que solicitaba ayuda eran personas menores de 29 años.
“Nuestros jóvenes están en una situación que –a veces– se ve desesperanzadora; no es fácil, pero están comunicándolo”, señala la psiquiatra Marcela Gándara.
Los estigmas en torno a la salud mental retrasan el pedir ayuda; el tiempo transcurrido entre el primer evento depresivo y la búsqueda de atención es, en promedio, de 14 años, es decir, los estigmas generados pesan mucho a la hora de buscar ayuda.
“Uno de los aspectos más benéficos que nos ha enseñado la pandemia es que la contención emocional es muy importante y cada vez estamos más conscientes de que la salud es un todo”, asegura la especialista en salud mental.
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La empatía y la resiliencia son nuestros mejores aliados para enfrentar los desafíos emocionales provocados por la pandemia.
“La vida está llena de cambios y la resiliencia es aquella capacidad que nos permite aceptar y adaptarnos a ellos para sobreponernos”, explica Marcela Gándara.
La psiquiatra comenta que, ahora, estando en semáforo amarillo, los especialistas del Instituto Latinoamericano de Estudios de la Familia están viendo algunas secuelas en personas que, debido al estrés y la ansiedad que vivieron durante el encierro, están decidiendo no salir aún.
“Muchas personas se sienten más seguras estando en casa y el salir es enfrentarse a ese enemigo que aún sigue afuera, pues la Covid-19 no se ha acabado. En ese sentido el Instituto está para ayudarlos. Su línea de ayuda es el 55 55 54 56 11”, dice.
Así que, mientras continúe la pandemia, las tensiones emocionales seguirán dándose y la depresión y problemas de salud mental tardarán en disminuir.
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