¿Qué es el género no binario? ¿una relación poliamorosa? Respondemos a tus preguntas.
Te explicamos también sobre la importancia de impulsar la equidad de género. (Foto: iStock)
La diversidad sexual, de acuerdo con la definición del gobierno mexicano, se refiere a todas las posibilidades que tienen las personas de asumir, expresar y vivir su sexualidad, así como sus preferencias u orientaciones e identidades sexuales.
Esto parte del reconocimiento de que todos los cuerpos, todas las sensaciones y todos los deseos tienen derecho a existir y manifestarse, sin más límites
que el respeto a los derechos de las otras personas.
Pero, ¿cuál es el primer paso para lograr ese respeto? Entender estas expresiones.
Si bien los términos y las categorías sirven para identificar, entender, comprender, y visibilizar, lo más importante es cómo se identifican las personas.
En el caso del género no binario (o género fluido), los individuos fluyen entre lo masculino y femenino, se identifican con ambos y retoman ciertos elementos o de plano no se identifican con ninguno.
La psicoterapeuta Gestalt y sexóloga, Teresa Salgado, explica que es importante partir de que el género es una construcción social y tiene que ver con todas las expectativas de comportamientos, formas de sentir y de expresarse en relación con el sexo asignado al nacer con base en los genitales, masculino o femenino.
El filósofo Daniel Jiménez añade que este binomio no es universal, existe en Occidente desde los orígenes de la filosofía, desde Platón y un poco antes.
Además, está reforzado por el sistema binario del cristianismo y otras corrientes filosóficas que perduran a la fecha. Pero, hay otras culturas que reconocen hasta cinco géneros.
“En la cultura zapoteca existe la comunidad muxe, el ejemplo más cercano en el contexto de México. Usualmente se les catalogaba como trans. Sin embargo, en el mundo zapoteca les muxes son un tercer género, aunque hayan nacido con órganos sexuales masculinos no se identifican como hombres ni como mujeres”, de acuerdo con el doctorante en filosofía.
En Estados Unidos, las culturas nativo americanas navajo, cherokee y cheyenne reconocen hasta cinco géneros.
Estas identidades están relacionadas con sus concepciones sobre el alma, espíritu y lo que define al cuerpo es de acuerdo con las primeras dos, destaca.
Es una persona que no se identifica con el género que se le asignó al nacer. Siente disforia, o inconformidad. La distinción entre trans y no binario es muy sutil porque lo trans abarca a los trasvestis, transgénero y transexuales. Hay personas trans que sí se identifican con el binarismo, sí quieren parecer hombres o mujeres y sí quieren que se les identifique como tales.
Una persona trans no binaria sería aquella que no se identifica con su cuerpo, pero no necesariamente quiere reasignar su sexo quirúrgica y hormonalmente. Además, no se identifica como mujer ni como hombre.
Es una persona que ha hecho una transición hormonal y quirúrgica para tener órganos sexuales masculinos o femeninos, según el caso. Este término ya casi no se utiliza porque se ha empleado para patologizar a dicha comunidad.
Es aquella persona que transita entre lo masculino y lo femenino. Fluye en el espectro del género. Un individuo –incluso por años– se puede identificar como hombre y después definirse y vestirse como mujer.
La persona se identifica tanto con lo masculino como con lo femenino al mismo tiempo.
La persona no se identifica con lo masculino ni con lo femenino.
Personas provocativamente hostiles a los estándares de los masculino o femenino. Un individuo, por ejemplo, se identifica como hombre pero se propone molestar a la gente al vestirse como mujer, se tiñe el cabello o se pinta las uñas para incomodar o provocar.
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Aún no se encuentra en el diccionario de la Real Academia Española (RAE), pero la relación poliamorosa llegó para quedarse.
Su origen viene del inglés polyamory. Está compuesto por poli del griego “varios” y amory, que no tiene una traducción textual del inglés, pero sería similar al amor etéreo.
El poliamor define a aquellas relaciones afectivas que se establecen con más de dos personas de forma consensuada.
Cecilia Mijares Gallegos vivió en una relación abierta –un tipo de relación poliamorosa– por ocho años, con su esposo.
Vivían juntos, tenían planes y proyectos de vida y llegó un momento de su matrimonio en el que ambos acordaron establecer relaciones afectivas con otras personas.
“Cuando lo decidimos, estábamos muy comprometidos el uno con el otro, nos sentíamos en una relación muy estable, tanto que nos sentíamos con la seguridad de hacer esta apertura”.
El acuerdo principal fue que él y ella eran la relación principal y, por tanto, que no se iban a involucrar demasiado sentimentalmente con las otras personas.
“Hubo tropiezos, dramas, problemas, se rompieron acuerdos que replanteamos y nos perdonamos el uno al otro. Al final de cuentas, una relación poliamorosa es como cualquier otra en la que hay conflictos y errores”.
Cecilia escribió el libro Relación abierta. Un peso por cada “yo no podría” como resultado de esta experiencia en la que aprendió a mirar a la otra persona no como su propiedad sino como un ser humano que tiene deseos, que es libre de elegir y amar a otras personas.
La sexóloga y terapeuta Gabriela Merlos, quien habla de esto en su cuenta Krystal de Sade, indica que las relaciones poliamorosas han existido siempre, pues todos tenemos la capacidad de amar a más de una persona.
Amamos a nuestros padres, familia, hijos, amigos, mascotas, incluso cosas.
No obstante, en los últimos 60 años, el poliamor se ha difundido como una alternativa a la monogamia.
“Sucede que, a través del tiempo, nos han enseñado que el amor tiene que estar jerarquizado. Y en esta jerarquía se colocan dos figuras principalmente: a la pareja y a la familia. Nos han dicho que la pareja, solo ha de ser una, que es a quien debes de darle prioridad por encima de tus otros amores y con quien, además, has de tener relaciones eróticas”.
Un poliamor ético, enfocado en la formación de multiestructuras de pareja simultáneas, se caracteriza en la honestidad y el consenso:
“Las personas que se involucran en estructuras poliamorosas éticas deciden establecer estos vínculos desde el conocimiento previo de todas las personas involucradas y desde un consenso informado, libre, horizontal, con el mayor bienestar y equilibrio emocional posible”, dice la especialista en terapia sexual por la Universidad Mexicana de Estudios de Posgrado.
Así como se debe respetar la diversidad sexual, como sociedad se busca respetar e impulsar la equidad de género.
Mexicanos y mexicanas somos iguales ante la Ley. Sin embargo, en los hechos, existe una brecha histórica entre hombres y mujeres, que en décadas recientes ha sido evidenciada por la lucha feminista.
Expertas aseguran que las mujeres siguen siendo discriminadas y que las políticas públicas no han sido efectivas. “Las mujeres somos la mitad de la humanidad y necesitamos estar representadas, que nuestras reflexiones estén dentro de la discusión pública”, dicen.
Ana Corojan, doctorante en derecho, gobierno y políticas públicas por la Universidad Autónoma de Madrid, diferencia entre esta igualdad formal o jurídica y la igualdad material.
Esta última toma en consideración circunstancias contextuales como género, acceso a educación, entorno social y económico entre las personas.
“La igualdad de género nos dice que hay una igualdad jurídica que indica que ante la ley tenemos los mismos derechos y la equidad de género es la instrumentación desde el Estado de acciones para equiparar las condiciones de unos y otros para que vayamos en la misma línea. Esas acciones tienen que partir de una base de equidad que se puede alcanzar solo si se toman en cuenta las circunstancias de cada persona o sector”.
Es teoría y también movimiento. Sus principales influencias son el feminismo radical y liberal, pero ¿qué significan?, ¿son incompatibles?
El feminismo, como teoría estudiada desde la academia está a la par de otras teorías como la marxista y el positivismo.
Como movimiento, es una lucha heterogénea porque a lo largo del tiempo han existido diferentes posturas según los contextos y procedencias de las mujeres que participan, explica Daniela Villegas, del Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
El feminismo liberal nació en la primera ola feminista que data del siglo XIX.
“En un principio, las mujeres lucharon por el derecho al voto en Inglaterra y Estados Unidos. Si bien fue una lucha colectiva, con el paso del tiempo se involucra con el liberalismo económico, la teoría de liberalismo político, incluso en espacios angloparlantes se vincula con un individualismo económico”, comenta Villegas.
La doctora en estudios latinoamericanos, Layla Sánchez, añade que en el feminismo liberal, las mujeres buscaron ser parte del sistema económico-político capitalista de explotación de la época.
Las mujeres de esa etapa, también conocidas como sufragistas, no solamente lucharon por el derecho al voto para ser reconocidas como ciudadanas, algo que hoy parece de sentido común.
“También buscaban el derecho a que niñas y mujeres recibieran educación, pedían derechos laborales, lo que implicaba incluirlas en ese sistema económico y político, porque las mujeres trabajaban mucho, pero no había una remuneración económica acorde con lo que hacían”.
Entre las representantes de ese feminismo liberal fundacional se encuentra Mary Wollstonecraft, con su obra Vindicación de los derechos de la mujer.
Así como otras pensadoras que precedieron con ideas sobre los derechos de las mujeres como la francesa Olympe de Gouges.
Poco después surge el feminismo socialista y el feminismo anarquista. Rosa Luxemburgo, Alexandra Kollontái y Clara Zetkin agregarían a la discusión temas como la libertad de elegir ser madres.
En su época sus ideas no congregaron a colectivos, pero serían retomadas en la segunda ola del movimiento feminista.
Daniela Villegas ubica al feminismo radical en los 60 y 70 del siglo XX en Estados Unidos e Inglaterra.
“Los grupos de mujeres, de forma colectiva, buscan tirar las estructuras fundamentales del patriarcado, las cuestionan y hacen una crítica en ámbitos como la sexualidad y los derechos políticos. Este feminismo vuelve a sus orígenes de colectividad, luchando contra la individualización que viene del capitalismo y el neoliberalismo económico”.
Para entonces, ya era evidente que no era suficiente el derecho a votar y ser votadas.
Esta segunda ola feminista también conocida como neofeminismo, sobre todo la vertiente anticapitalista, crítica al feminismo liberal y retoma las ideas de otras pensadoras. (Con información de Luz Badillo)