El enamoramiento es una psicosis neurótica, un proceso donde la persona siente el deseo y atracción por un estímulo (el ser amado).
Te contamos sobre las etapas y los sentimientos que produce. (Foto: iStock)
Ríos de tinta y miles de hojas de papel se han destinado para hablar de él, canciones nos dan una idea de cómo se siente, películas nos recrean cuán doloroso puede llegar a ser. Pero, ¿qué es el amor?
(Arte: Tec Review)
“El amor es un sentimiento inédito al que no se le puede describir o poner en palabras. La única manera de saber qué es, es desde el amante mismo”, considera Ricardo Trujillo Correa, de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
En todas las culturas se siente y se expresa distinto el amor, añade.
Lo que existe y es universal es la atracción física, pero no necesariamente el amor como construcción social.
Si pensamos que el amor es aquel que llega al matrimonio podemos incurrir en un error dado que por siglos esta unión fue más bien un arreglo o contrato en un sentido político y social.
Trujillo Correa menciona que podríamos pensarlo como una relación amistosa muy exitosa, pero que no necesariamente es amor.
Tampoco considera que el amor sea únicamente esa primera etapa en la que se sienten mariposas en el estómago y todo se ve idealizado por la efervescencia de las hormonas; más bien, es partidario de que se ama más a una persona entre más se profundiza en ella.
“El amor implica una recreación de un sentimiento constante, conlleva una profundidad afectiva y eso en esta sociedad no es tan factible”, dice el maestro en teoría psicoanalítica y doctor en teoría crítica.
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Trujillo Correa se refiere al libro El yo saturado de Kenneth J. Gergen que explica a un mundo saturado de objetos en el que no se puede generar profundidad frente a ellos.
Por ejemplo, si un niño tuvo 1,000 juguetes no pudo profundizar en ninguno pero si tuvo un solo juguete, cuando lo ve después de un tiempo percibe toda la profundidad de sentimientos que le llegó a poner porque era lo único, “y es un poco lo que pasa en esta sociedad con el amor”.
Hay un culto a la personalidad y al individualismo, y las redes sociales son la muestra de ello.
El especialista recurre a Zygmunt Bauman, quien en el libro Modernidad líquida describe una sociedad que se la pasa fluyendo y no puede ni quiere darse el tiempo para detenerse y profundizar en una persona y no solo en lo físico sino en lo cognitivo.
“El amor demanda tiempo, contemplación y espera. Y no queremos darnos ese lujo, razón por la cual buscamos parejas que nos impacten o exciten todo el tiempo. Y esta es la gran tragedia de la sociedad posmoderna, nos la pasamos buscando a personas que de repente solo satisfacen nuestro deseo. El amor se encuentra en el lado opuesto: implica detenerse y mirar al otro”.
Otra paradoja del amor moderno es que la cultura pop occidental le rinde culto al amor mortal.
Tenemos la idea de que el amor es totalidad, éxtasis, belleza y felicidad, pero las historias más exitosas muestran fatalidad como Romeo y Julieta de William Shakespeare, que termina en tragedia o la película Titanic, una de las más taquilleras en la historia del cine, que termina con la muerte del coprotagonista.
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En el amor no es todo sustancias bioquímicas, ni todo mente, ni todo cuerpo.
Ignacio Camacho Arroyo, investigador del Instituto Nacional de Perinatología y profesor titular de la Facultad de Química de la UNAM, explica que como objeto de estudio es muy reciente y falta todo un mundo por conocer pues, por ejemplo, a las hormonas sexuales, progesterona y testosterona, cruciales para el enamoramiento y el aspecto reproductivo, también se las ha encontrado en tumores cerebrales, ¿cuál es su papel y cómo llegan ahí? Aún es una incógnita.
Nuestro cuerpo está interconectado así que cuando se experimenta el enamoramiento participan sustancias: los neurotransmisores serotonina y dopamina; péptidos opioides como la vasopresina, oxitocina y hormonas como la adrenalina.
“En la primera etapa del enamoramiento, sobre todo, es cuando se experimentan las mariposas en el estómago y el corazón palpita más fuerte. Son cambios donde participa el sistema simpático y parasimpático. Su activación está mediada por adrenalina y noradrenalina”, indica Camacho Arroyo.
El pulso se acelera porque la persona se encuentra en un estado de estrés moderado o incertidumbre mediados por estas catecolaminas, abunda.
Si la situación pasa a un estado de estrés crónico no es sano y hay que huir de ahí.
“Las relaciones de pareja no son para sufrir, son para gozar, para apoyarte, para que estés saludable”.
Hoy son comunes las relaciones amorosas a distancia y es válido pues la condición principal es que sean placenteras y aunque no haya contacto físico, la comunicación hace que sea gratificante mantener esa relación.
“Con la única persona con la que no puedes estar es con alguien cuyo olor te desagrade y eso no lo sabrás hasta que convivan en persona. Y no es porque sea molesto su olor sino que es una percepción muy subjetiva que depende de cada individuo”.
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¿Cuánto dura el enamoramiento? En una relación amorosa hay una primera etapa de enamoramiento que implica al amor pasional y dura de seis a ocho meses, si sobrevive a esta etapa, se da paso posteriormente al amor de pareja, de acuerdo con Raúl Martínez Mir, adscrito a la Universidad de Sonora (Unison).
En esta primera etapa el cerebro segrega serotonina, hormona de la felicidad, y conforme pasa el tiempo se reduce y se produce en sustitución oxitocina, una hormona que tiene que ver con una relación más estable.
El doctor del Departamento de Psicología y Ciencias de la Comunicación indica que esta primera etapa se caracteriza por una ‘ceguera emocional’ en la que se omiten defectos y fallas de la otra persona por lo que se recomienda no tomar decisiones relevantes en ese periodo.
Agrega que el enamoramiento es una psicosis neurótica, un proceso donde la persona siente el deseo y atracción por un estímulo que es el ser amado, pero también puede presentarse un proceso de ansiedad ante la pérdida potencial de la pareja.
Cuanto más tiempo comparten esta ansiedad tiende a desaparecer.
El investigador Ignacio Camacho Arroyo agrega que la siguiente etapa amorosa involucra la actividad sexual y la tercera estaría definida por un amor de compañía, que ya lleva muchos años junta y el punto que marca la continuidad son los proyectos en común.
En cada etapa hay cambios en la actividad cerebral, en neurotransmisores, en niveles de hormonas.
Este malestar mental, anímico y corporal es descrito por los científicos como si se tratara de una abstinencia muy similar a la que experimentan las personas adictas a alguna droga. ¿Por qué el amor duele?
Y es que las áreas del cerebro que se activan ante el placer y regocijo del amor son las mismas que activan estimulantes como la cocaína.
En 2005, Lucy Brown y colegas del Albert Einstein College of Medicine, en Nueva York, hallaron que el área ventral tegmental (AVT) y el núcleo caudado son áreas cerebrales en donde se experimenta la motivación.
En el AVT se libera dopamina, un neurotransmisor relacionado con el deseo y excitación, se produce en las primeras etapas de enamoramiento y es tan estimulante como una droga, pero cuando deja de liberarse porque hay un rompimiento amoroso puede presentarse ansiedad, depresión y hasta obsesión.
En 2010, Brown y colegas descubrieron que cuando se experimenta el desamor se activan las áreas antes mencionadas junto con la corteza prefrontal y orbitofrontal, involucradas en la regulación de emociones, adicción y ansiedad. También se activa la ínsula y corteza cingulada anterior relacionadas con el dolor físico lo cual podría explicar el dolor de un corazón partido.
El tiempo cura el mal de amores, afirma Camacho Arroyo.
“Tiene que pasar un periodo de luto y para eso es importante reconocer qué hiciste bien y qué mal. Ese periodo de reflexión es necesario, y después de superado uno se puede enrolar en una nueva relación. En caso extremos, cuando hay depresión y ansiedad quizá sea necesario ir con el psiquiatra”.
El hombre es el que debe conquistar a la mujer y darle regalos durante el cortejo. Ella se tiene que ‘dar a desear’ y no decir que sí de inmediato. ¿Te suena familiar? Pues desde hace cinco siglos este constructo del amor romántico se ha mantenido vivo.
El amor romántico se basa en reglas no escritas y valores que surgieron con la literatura del amor cortés o de caballería que data de la Edad Media y que se han perpetuado gracias a los productos que genera la cultura popular (canciones, libros, películas) pese a que la vida de las personas hoy es muy distinta al contexto social y cultural de aquella época.
Y el problema de estas relaciones es que son muy desiguales.
El modelo −simplemente− no encaja con la realidad. Nora de la Cruz, directora asociada del Departamento de Lenguas de la Escuela de Humanidades y Educación (EHE), del Tec de Monterrey, indica que el amor romántico es una idealización basada en reglas no escritas sobre las cuales se han construido las relaciones afectivas.
No deja de ser paradójico que Ovidio, poeta romano que vivió en el siglo XVII después de Cristo, escribiera El arte de amar, una obra en la que se mofa de ciertas convenciones sociales de la aristocracia de la época sin saber que se convertirían en un referente de las abuelas sobre cómo conseguir pareja y cómo conservarla.
Parte de esos conceptos se perpetuaron en la Edad Media y se añadieron otros como la caballerosidad, que proviene de los caballeros.
Ahí, el hombre “tiene que hacer regalos para conquistar, es quien muestra su valía en términos de masculinidad y recursos económicos, es el que siempre toma la decisión, el que elige entre muchas a la que merece su afecto”.
Y una vez que la mujer es ‘suya’, el hombre continúa como agente activo para seguir siendo aventurero.
La mujer es un ser pasivo. Tiene que ser joven, bonita, amable, dedicada al cuidado de los demás (encaja con profesiones como ser maestra, enfermera, la cuidadora de los abuelos o hijos) y no tiene derecho a la individualidad.
“La mujer no tiene proyecto propio, no toma decisiones autónomas en el concepto del amor romántico. Por eso son relaciones desiguales”, indica la autora de ¡Te amaba y me chingaste! y del libro de cuentos Orillas.
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Los productos culturales que consumimos perpetúan roles de género basados en la idea del amor romántico y las películas de Disney son el mejor ejemplo.
“En La Cenicienta una chica compite con sus hermanastras y con todas las mujeres del pueblo para ser la elegida de un hombre al que nunca han visto y del que no se sabe nada, solo que es el príncipe”, explica de la Cruz.
En las películas más taquilleras todavía existe el tropo literario (un elemento que se repite en distintas obras y que reconocemos fácilmente porque lo hemos visto mucho) de “the one” o “la elegida”.
La mujer cuyas características la hacen la ideal para el matrimonio en la historia.
Por ejemplo, la película Pretty Woman se basa en ese concepto en donde un hombre guapo y adinerado elige a una mujer hermosa, pero pobre que se dedica a la prostitución. De la noche a la mañana la vida de ella da un giro de 180 grados, porque él se enamora y la convierte en una “dama de sociedad”.
En ambos casos son mujeres sumisas quienes terminan bajo el cobijo de un hombre bueno, adinerado y guapo.
En cambio, las mujeres rebeldes que tomaron decisiones propias han sido representadas como brujas y villanas que terminan exiliadas en un lugar lejano del reino.
El problema con asimilar estas ideas acríticamente, de acuerdo con la doctora en teoría literaria por la Universidad Autónoma Metropolitana, es que produce muchas áreas grises en la vida real.
Cuando te dicen que debes agradar, siempre se pueden terminar aceptando cosas que no necesariamente querías. De la Cruz pone como ejemplo:
“¿Cuántas veces tuve intimidad con esta persona en las que realmente quería y cuántas las experimenté por esta cultura de agradar al otro?”
Otra situación que puede interpretarse como acoso e intimidación es cuando el hombre cree que un “no” en el fondo significa “sí” e insiste, entonces existe violencia de género.
La profesora de cátedra de la EHE del Tec de Monterrey, Marina del Carmen González Martínez, considera que las discusiones en torno a los mitos del amor romántico se deben dar considerando a las clásicas autoras del feminismo como Simone de Beauvoir, Virginia Woolf y Doris Lessing, porque es muy fácil desvirtuar los términos o atribuirles otros que ya existen.
“El amor romántico en algunos contextos se ha resignificado de manera peyorativa, se considera una forma de relacionarse en la que se dan estructuras patriarcales, en donde hay dominación y violencia, pero no siempre ha significado eso”.
En el siglo XVIII y XIX, con el romanticismo adquiere características en la literatura como el amor a primera vista, la idealización del otro y la entrega completa (y aplicaba para todo tipo de relaciones).
“El amor romántico no implicaba violencia ni agresión, se caracterizaba por una idealización del otro al grado de verlo como algo divino. Los amados sacrificaban todo por el otro”. indica.
En China, un equipo de investigadores aseguró que finalmente encontró la respuesta de cómo luce el amor en el cerebro.
El grupo de expertos de la Universidad del Suroeste de este país halló evidencia de cambios en el cerebro en personas enamoradas.
Para lograrlo, realizó tomografías a 100 estudiantes voluntarios de esa misma institución clasificados en tres grupos diferentes: 34 personas que se dijeron enamoradas, 34 que habían sufrido una ruptura reciente con su pareja y 32 que afirmaron no conocer el amor aún.
De acuerdo con los resultados del análisis de estas muestras, publicados en la revista Frontiers in Human Neuroscience, la mayoría de los participantes del primer grupo mostró más actividad cerebral que el resto en áreas vinculadas a la motivación, la emoción y las interacciones sociales.
Ésta fue proporcional al periodo en que cada alumno estuvo bajo los efectos del amor, es decir, quienes amaron por más tiempo presentaron mayor movimiento.
Por el contrario, los jóvenes que recién terminaron una relación presentaron menos actividad en esas zonas. Sin embargo una región, el núcleo caudado, se mostró más ágil, por lo que puede suponerse que tiene funciones relacionadas con ayudar a las personas a lidiar con su desamor.
Este hallazgo abre nuevas posibilidades en el estudio de los mecanismos neuronales responsables del sentimiento e, incluso, podría ayudar a comprobar si alguien realmente está enamorado o no.
La historia El estafador de Tinder, disponible en Netflix, es un gran ejemplo de love bombing. El israelí Shimon Heyuda Hayut o “Simon Leviev”, como se hacía llamar, llevaba a sus víctimas a citas ostentosas, como vuelos en jets privados o cenas en restaurantes muy prestigiosos.
El caso muestra que en el amor (como en todo), los excesos son malos. El bombardeo de halagos, detalles y regalos caros durante los primeros meses puede no ser una muestra de afecto sino más bien, una estrategia de control.
Quizá no es el caso de todas las víctimas del love bombing, pero muestra el poder que pueden llegar a ejercer este tipo de prácticas. De acuerdo con otros especialistas, éste es incluso el modus operandi de los ‘padrotes’ en el caso de la trata de personas.
Te contamos por qué el estafador de Tinder es un ejemplo de ‘love bombing’. (Arte: Tec Review)
El love bombing o bombardeo amoroso no solo se limita a las relaciones de pareja, puede verse en cualquier vínculo afectivo, como las amistades.
Comienza con un sin cesar de regalos, halagos y atención durante la etapa temprana de la relación. Son relaciones que aparentan un amor ideal, pero en realidad se trata de un amor artificial.
Este bombardeo de “muestras de amor” no permiten que el otro perciba el peligro. Cuando la víctima ya se ha enamorado, el bombardero interrumpe sus esfuerzos y revela su verdadera identidad: nada romántica, controladora y llena de chantaje emocional. Ese punto se le conoce como fase de devaluación.
“El love bombing es una manera moderna de llamar a un fenómeno ya conocido como las relaciones tóxicas, pero que ha incrementado con las redes sociales y la necesidad de mostrar el amor perfecto”, describe Mariana Núñez Guerra, psicóloga clínica de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y quien da asesoría en casos de infidelidad, conflictos en pareja y más.
(Con información de Susan Irais y Andrea López)