Desde plantas de interior hasta cuidar nuestro carbón azul. Te explicamos algunas aristas de la conciencia ambiental incluidos los logros de la COP26 para detener el calentamiento global.
¿Cómo puedes poner tu granito de arena? (Foto: iStock)
¿Cómo debemos entender el cuidado del medio ambiente? Primero, necesitamos cambiar nuestra forma de relacionarnos con la naturaleza.
El biólogo y presidente de la Red Mexicana de Periodistas Ambientales, Fabián Carvallo, advierte que es urgente una conciencia ambiental en la población mexicana para lograr este cuidado del medio ambiente.
Sobre el cuidado del medio ambiente, Carvallo afirma que no hemos aprendido a convivir con otras especies que –incluso– se encuentran en peligro de extinción, tampoco hemos logrado detener la deforestación de sitios que deberían ser reservas naturales.
El experto asegura que esta educación debe estar basada en la evidencia científica, para inspirar a los jóvenes desde la experiencia personal.
Para ello es necesario que salgan a campo y constaten los servicios ambientales que los ecosistemas brindan a los humanos como la regulación del clima, control de inundaciones, control de enfermedades causadas por plagas, agua limpia y materias primas, entre otros.
“La naturaleza no solo es un alimento espiritual que nos permite desconectarnos cuando salimos de vacaciones sino que gracias a ella existimos”.
Aunque la pandemia obligó a millones de personas a quedarse en casa, lo cual significó la reducción de la emisión de gases de efecto invernadero por transporte, se ha incrementado el uso de cubrebocas, guantes de látex y empaques desechables para entregar alimentos a domicilio.
Es por ello que es importante analizar qué consumimos y por qué.
Edgard Mason, del Instituto de Ecología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), explica el término greenwashing, una estrategia de marketing de ciertas empresas en las que se cambia el discurso de su producto para hacerlo ver más amigable con el planeta sin realizarle cambios positivos.
“Los ciudadanos tenemos que ser más críticos e investigar si realmente son ‘verdes’”.
Un ejemplo son las bolsas reusables del supermercado que son más difíciles de producir y mucho más contaminantes que las bolsas de plástico (cuya venta se prohibió en la Ciudad de México junto con tenedores, cucharas, platos y globos, utensilios de un solo uso).
“Necesitamos que aguanten unos 150 usos para que valgan el gasto ambiental”, explica.
“Empleamos muchos más recursos de los que el planeta puede producir”, asegura la divulgadora de la ciencia, Marjory González, y añade que desde el 10 de mayo de 2013 vivimos con concentraciones de dióxido de carbono superiores a las 400 partes por millón, “cifra no vista desde hace 800,000 años (según registros fósiles y glaciares), y los seres humanos somos responsables directos o indirectos de esta concentración”.
Nuestro estilo de vida demanda energía, recursos, biodiversidad y agua en tal cantidad que dejaremos marca en el registro fósil.
De continuar así, la vida será insostenible para las futuras generaciones y la Global Ecological Footprint lo corrobora: los humanos demandamos 1.6 planetas al año.
Para crear conciencia y modificar hábitos de consumo encaminados hacia un mundo más sostenible, se han ideado conceptos como huella ambiental y huella ecológica (que incluye huella de carbono y huella hídrica), basados en el cálculo de los impactos de la fabricación de productos, la actividad de personas, empresas y gobiernos.
La huella ambiental mide los impactos que surgen a lo largo del ciclo de vida de un producto, desde la extracción de la materia prima para su manufactura, durante su funcionamiento y hasta su disposición final; se trata de una medida más pequeña que ya ha puesto en marcha la Unión Europea.
Mientas, la huella ecológica es una medida más integral, estima la cantidad de naturaleza que utiliza un individuo en alimentación, abrigo, movilidad, bienes y servicios.
Toma en cuenta la huella de carbono o emisión de gases de efecto invernadero, la huella hídrica o agua empleada para producir un insumo, la zona de pesca, tierras de pastoreo y cultivo, el área edificada y los productos del bosque.
Es un concepto que concibió William Rees y su entonces estudiante Mathis Wackernagel, en la Universidad de Columbia Británica en 1996.
Éste último es quien fundó la Global Ecological Footprint, organización sin fines de lucro que proporciona las Cuentas Nacionales de Huella y Biocapacidad de más de 200 países y el Ecological Footprint Calculator al que se puede acceder para calcular la huella individual.
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Conocer cómo se produjo, de dónde viene lo que consumimos y el gasto energético que implicó, sugiere Carlos Galindo, de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio).
El siguiente paso es comprar a productores locales comprometidos con la sustentabilidad; y en casa cambiar los focos convencionales por LED, poner grifos ahorradores de agua, paneles solares, implementar sistemas captadores de agua de lluvia, huertos y azoteas verdes.
Las plantas capturan dióxido de carbono (CO2), plomo, vanadio, mercurio, manganeso, zinc y cromo, gases de efecto invernadero muy contaminantes y al procesarlos, expulsan oxígeno, contribuyendo a tener un ambiente más sano, indica Jerónimo Reyes Santiago.
Son partículas suspendidas en la atmósfera de 2.5 micrómetros, las más pequeñas que logran entrar a nuestro cuerpo por la piel, añade el responsable de la colección de crasuláceas y cactáceas en peligro de extinción en el Jardín Botánico de la UNAM.
Más allá de brindarnos el servicio ecosistémico de filtrar el aire que respiramos, las plantas de interior nos transmiten paz, armonía y esperanza.
Al ver sus distintas etapas de crecimiento, al regarlas, cambiarles la tierra y quitarles las hojas secas nos involucramos emocionalmente, aprendemos de ellas y sentimos felicidad cuando florecen.
Itzel León Magallón, maestra en Psicoterapia Gestalt, explica que al tener plantas de interior se ejercitan estructuras subcorticales del cerebro.
“La amígdala —encargada de procesar y almacenar las reacciones emocionales— encuentra desde la percepción a través de la mirada, memoria, significación, contacto, aroma, color y textura de una planta el despertar de una sensibilización que estimula el placer en esa área”.
Se activan conexiones que favorecen el aprendizaje.
Una planta nos motiva a investigar de sus cuidados como la exposición al sol y riego, e incluso, si muere se trabajan emociones de dolor a escalas pequeñas, una ventaja para procesar la frustración.
Tener un huerto o mini jardín también favorece la convivencia familiar, pues todos los integrantes de una casa pueden ser corresponsables de su cuidado, dice Alejandra Alvarado Zink, de la Dirección General de Divulgación de la Ciencia de la UNAM.
La experta comenta que en esta pandemia recibió muchas llamadas y correos de padres de familia que le pedían consejos para adoptar plantas, por lo que es notable el interés.
Lo primero que les recomendó fue que reflexionaran si tendrían tiempo para cuidarlas. Si aceptan el reto, aconseja iniciar con germinados, por ejemplo, de lentejas, porque son semillas muy fáciles de cuidar.
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Blue carbon o carbono azul es el carbono que se captura y almacena en los ecosistemas costeros, en especial manglares, marismas saladas y pastos marinos.
Estos sitios pueden absorber en sus sedimentos y raíces hasta 50 veces más blue carbon que otros bosques tropicales y su conservación debe ser prioritaria en las estrategias de adaptación al cambio climático.
México ocupa el doceavo lugar entre los países con mayores recursos y ecosistemas marino-costeros, de acuerdo con Iniciativa Blue Carbon, no obstante, también enfrenta una acelerada tasa de deforestación anual del 0.43% al año.
A este paso, en los próximos 25 años los daños superarán los 400 millones de dólares (8,345 millones de pesos), de acuerdo con Octavio Aburto, profesor de ecología marina en el Instituto de Oceanografía Scripps.
Por su relevancia, por primera vez, se incluye un apartado sobre blue carbon en la Sexta Comunicación Nacional y Segundo Informe Bienal de Actualización ante la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, en donde se da a conocer una estimación sobre su almacenamiento en manglares, en 330 millones de toneladas y pastos marinos, en 42 millones de toneladas, en el país.
Idealmente, con la conservación y restauración de estos sitios se podría almacenar más carbono azul pero no es una tarea fácil, reconoce María Amparo Martínez, directora general del INECC, la dependencia responsable de redactar dicho documento, “debido a la contaminación y a los procesos atmosféricos de concentración del CO2, el mar se ha ido acidificando y no está capturando más”.
Experiencias de éxito en la restauración de ecosistemas costeros como Nichupté y Sian Ka´an, ubicados en la península de Yucatán, en las que ha participado Jorge Herrera Silveira, del Centro de Investigación y Estudios Avanzados – Unidad Mérida, son muestra de que sí se puede, solo hay que fortalecer las políticas de conservación y las políticas de restauración, considera.
El investigador añade que México debería implementar los compromisos adquiridos en los acuerdos internacionales en materia de cambio climático, para ello, es necesario involucrar a las comunidades locales para la conservación y aprovechamiento sustentable de los recursos costeros con actividades como pesca y turismo.
Ecolana es una organización que te enseña cómo reciclar la basura en casa. Puedes visitar su página o descarga su app para que consultes el mapa de centros de acopio (hay en las 32 entidades del país) y su diccionario de materiales reciclables.
La empresa nació en 2018 con la intención de difundir estos lugares y fomentar la cultura del reciclaje, pero con el lanzamiento de su aplicación en 2021 dieron un paso más, al asignar monedas virtuales o ecolanitas por cada residuo que lleves a reciclar.
Una vez que acumules cierta cantidad son canjeables por servicios, museos, productos zero waste y hasta viajes.
Alejandra Valdez, cofundadora de la empresa, comenta que hay un sector de la población indeciso que quizá todavía no se anima y a éste es al que quieren convencer.
De mayo a la fecha suman 25,000 descargas de la app, lo cual “ha sido una muy buena respuesta”, dice.
El primer consejo es que no busques ser un experto del reciclaje de la noche a la mañana, es un proceso y se vale que las cosas no salgan a la primera.
Asigna un lugar de la casa para colocar el material que se separará, usa contenedores con etiquetas para cada material (sin muchas complicaciones pueden ser cajas de cartón) y procura que participe toda la familia para que la responsabilidad no recaiga en una sola persona.
La primera etapa es comenzar a separar los residuos en cuatro grupos:
Son todos los restos de la comida, las cáscaras de frutas y verduras, los huesos, carne, pan, tortilla y cereales. Este material se puede aprovechar para hacer composta, un abono orgánico para las plantas.
Hay métodos caseros y sencillos que no ocupan mucho espacio:
Son todos aquellos que han tocado fluidos humanos como el material higiénico y médico. No son reciclables ni reutilizables.
Es muy importante colocarlos aparte para evitar posibles focos de infección y para que los recolectores del camión de la basura y pepenadores que nos brindan el servicio no tengan contacto.
Son materiales que no se pueden reutilizar ni llevar a un centro de acopio como hisopos, celofán, calzado, cosas hechas con materiales diversos como el plástico con papel (los vasos de café, por ejemplo, porque tienen cartón encerado), televisores o muebles.
Los envases y empaques de plástico son un grupo muy amplio de reciclables. Hay siete tipos de plásticos. Se identifican en el triángulo que viene en la parte inferior.
Ejemplo de reciclables del tipo 2 de Ecolana. (Foto: Captura de pantalla)
El aluminio es un material 100% reciclable que se puede aprovechar infinitamente. El cartón es otro desechable que se puede llevar al centro de transferencia siempre y cuando no esté manchado con grasa, también se puede agregar a la composta cortado en pedazos (cuando no tenga pigmentos).
Otros materiales son la hojalata, vidrio, bolsas de pan, periódico y botanas.
En años recientes se han instalado centros de acopio de unicel, el problema es que debe entregarse limpio y hay que valorar si vale la pena lavarlo (por ejemplo, si se destinó para comer mole, cuya grasa es casi imposible de quitar). En la Ciudad de México se pueden llevar a Rennueva.
El aceite vegetal que se utiliza para cocinar si se tira al drenaje es muy contaminante. La buena noticia es que ya hay lugares a donde se puede llevar en un envase limpio y bien cerrado; en un proceso industrial se utiliza para generar combustible. La Secretaría de Medio Ambiente de la Ciudad de México (Sedema) tiene un directorio para llevarlo.
Las baterías alcalinas como las pilas AA, AAA, C, D, CR, cuadradas, de computadora, de celular, de botón o reloj también se pueden reutilizar. Solo hay que cubrir los polos con cinta y entregarlas limpias y secas.
Afortunadamente se ha encontrado utilidad para las cápsulas de café que vende una marca muy famosa, se pueden fabricar mesas y sillas a partir de ese tipo de plástico, y por tanto, también hay centros de acopio.
¡No tires dinero a la basura! Literalmente. La última categoría que mencionamos son los residuos valorizados, son de los que puedes recibir dinero en el centro de acopio y son los que premia Ecolana.
La recomendación en todos los casos es que estén limpios, secos y compactados (excepto el vidrio y las latas de conservas).
Para enjuagarlos se recomienda usar agua de reúso, como la que utilizamos para lavar verduras o para lavarse las manos.
De acuerdo con Supraciclaje, de los principales materiales vendidos por un kilo pagan: periódico 0.40 centavos, vidrio mixto 1.20, cartón 2.50, PET 4.50 y botes de aluminio 22.00.
No te harás rico, pero recibir 50 o 100 pesos por tu esfuerzo te motivará para seguir adelante.
En la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático de 2021 (COP26), celebrada entre el 31 de octubre y el 12 de noviembre en la ciudad de Glasgow, el consorcio Global Carbon Project, integrado por científicos, anunció que las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), producto de la quema de combustibles fósiles, aumentarán casi 5% respecto del año 2020, marcado por la pandemia.
Una muestra de la brecha que hay entre las negociaciones en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2021 (COP26), en Glasgow, Escocia, y la realidad.
De hecho, un día después de que concluyó la cumbre, 197 países miembro firmaron un acuerdo para frenar el aumento de la temperatura global a 1.5 ºC como recomienda el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, pero, en esencia, las acciones contundentes se pospusieron para la COP27, que se realizará en Egipto en 2022.
António Guterres, secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), reconoció que se cuenta de Twitter que en la COP26 no se logró poner fin a los subsidios a los combustibles fósiles ni eliminar el carbón, entre otros temas, pero se tienen los componentes básicos para el progreso en futuras negociaciones.
Alok Sharma, presidente de la COP26, declaró que era una ‘victoria frágil’, “tenemos que seguir trabajando juntos para mantener vivo el 1.5”.
Al último minuto, hubo un cambio en el pacto por parte de China e India con el compromiso de “la eliminación progresiva de la energía del carbón y de los subsidios para combustibles fósiles”.
El hecho de que el lenguaje quedara como “reducción gradual” fue motivo para que Sharma se disculpara con los países que esperaban un pronunciamiento rotundo porque el “más fuerte” no llegó al acuerdo final.