En el país el almacenamiento de carbono en manglares es de 330 millones de toneladas y en pastos marinos de 42 millones de toneladas.
Vista del Mar Caribe en la Reserva de la Biosfera de Sian Kaan, cerca de Tulum, México (Foto: iStock)
El mar es el sumidero de carbono más importante del planeta y sus ecosistemas concentran la mayor parte del llamado blue carbon. Pero, ¿qué es el carbono azul? y ¿cómo puede ayudar a México a enfrentar el cambio climático?
¿Por qué es importante el cuidado del medio ambiente?
El blue carbon (carbono azul) es el carbono orgánico que capturan y almacenan los ecosistemas costeros, en especial, los manglares, marismas saladas y pastos marinos que tienen la capacidad de secuestrar más del 50 % de blue carbon en sedimentos y raíces.
La cobertura vegetal de estos sitios disipa la energía de las olas, controla la erosión y amortigua los impactos del aumento en el nivel del mar. Por eso, conservar el blue carbon de los ecosistemas costeros es una medida de adaptación al cambio climático.
Según la Iniciativa Blue Carbon, México ocupa un lugar privilegiado al ser el país número 12 con mayores recursos y ecosistemas marino-costeros, no obstante, enfrenta una tasa de deforestación anual del 0.43 % al año
“Si esta tasa continúa durante los próximos veinticinco años en México, los daños superarán los 400 millones de dólares (8,345 millones de pesos). Por cada hectárea deforestada en 2021 los daños serán de alrededor de 21,000 dólares (438,000 pesos) por hectárea sin considerar los muchos otros servicios ecosistémicos que brindan los manglares”, destaca Octavio Aburto, profesor de ecología marina en el Instituto de Oceanografía Scripps.
Para visibilizar la importancia de los manglares y los problemas que enfrentan, Aburto publicó junto con otros investigadores el artículo “¿Cuál es el valor del carbono azul en los manglares?”, en el sitio web de la organización dataMares, en donde se presenta un mapa interactivo de México con los 174 municipios del país que poseen dichos ecosistemas y la cantidad de carbono que almacenan, así como los daños económicos por su deforestación.
“Cada uno de esos municipios podrían estar orgullosos de su manglar porque es único. Hay plasticidad y diferencias que hay que resaltar, y también presentan conflictos distintos”, dice.
Por ejemplo, el manglar rojo en la península de Baja California, en su distribución desértica y en un contexto de frío y escasez de lluvias, apenas crece tres metros, pero la misma especie en Chiapas puede llegar a medir 40 metros de altura debido a que hay mayor lluvia.
Estos ecosistemas pueden absorber hasta 50 veces más blue carbon que otros bosques tropicales. Si se extrae una muestra de su sedimento y se analiza, se encontrarán miles de años de carbono acumulado. Cuando se cambia el uso de suelo de estos humedales se libera al ambiente el carbono y en interacción con el entorno puede ser mucho más contaminante, pues se transforma en gas metano.
Parte del trabajo de los científicos va encaminado a documentar la capacidad de almacenaje del dióxido de carbono (CO2) en los ecosistemas costeros; para ello, se monitorea y evalúa su estado de salud en períodos que pueden abarcar años así como su interacción con organismos y ante eventos climáticos como huracanes o sequías. De esta forma, se pueden proponer estrategias para su conservación y restauración.
Cabe destacar que –por primera vez– en un documento oficial mexicano se aborda el tema blue carbon, se trata de la Sexta Comunicación Nacional y Segundo Informe Bienal de Actualización ante la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, en donde se da a conocer una estimación sobre el almacenamiento de carbono en manglares, en 330 millones de toneladas, y pastos marinos, en 42 millones de toneladas en el país.
Estas cifras son apenas una aproximación al tema, reconoció la doctora María Amparo Martínez, directora general del Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC), la cual es la dependencia responsable de redactar el documento.
La especialista aseguró que se requiere unificar criterios de monitoreo y calibrar metodologías de las diferentes universidades y centros de investigación que realizan la cuantificación.
Si se busca que México tenga un mayor juego mundial en el secuestro de blue carbon, hay que conocer los procesos biogeoquímicos que intervienen en la captura de CO2.
María Amparo Martínez señaló que debido a la contaminación y a los procesos atmosféricos de concentración de este gas de efecto invernadero, el mar se ha ido acidificando y no está capturando más dióxido de carbono.
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La Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) declaró el Decenio de las Naciones Unidas sobre la Restauración de los Ecosistemas (2021-2030) pues la clave es recuperar los ecosistemas y sus servicios ecosistémicos.
Para el caso de los manglares, marismas y pastos marinos, estos son zonas de refugio y alimentación de fauna marina, son barreras naturales contra huracanes, son filtros biológicos que mejoran la calidad del agua, entre otros.
Ya hay experiencias de éxito en el país de ecosistemas costeros restaurados. El doctor Jorge Herrera Silveira, estudioso del tema blue carbon desde hace 30 años, ha participado en proyectos de restauración de manglares y recuperación de servicios ambientales de Sisal, Nichupté y Sian Ka´an, ubicados en la península de Yucatán.
“México tiene un potencial muy alto de blue carbon, así que el tema es fortalecer las políticas de conservación y las políticas de restauración, que por una parte van a proteger el carbono que está almacenado, y por otra, van a permitir capturar más carbono”, indicó el investigador del Departamento de Recursos del Mar del Centro de Investigación y Estudios Avanzados (Cinvestav) – Unidad Mérida.
México ocupa el cuarto lugar a nivel mundial en extensión de manglares pero se siguen deforestando, contraviniendo los acuerdos internacionales que ha firmado el país.
“En el Acuerdo de París, el país se comprometió a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero, uno de los temas es no contribuir al cambio y uso de suelo, principalmente de bosques, en este caso manglares, porque se traducen en aumento de emisiones. No estamos cumpliendo, seguimos deforestando bosques y manglares”, destacó Herrera.
Los manglares han ido creciendo sobre sí mismos por miles de años, son testigos de la huella que ha dejado el ser humano en su entorno.
Para Octavio Aburto, su conservación es en muchos sentidos prioritaria, de ahí que los científicos busquen diversas estrategias para influir en la toma de decisiones de los políticos y en la conservación de los ecosistemas costeros.
María Amparo Martínez reconoció que “el sueño de todo científico marino y que trabaja cambio climático es poder aumentar la captura de blue carbon pero no hay que olvidarnos que estamos hablando de ecosistemas, de organismos. De pronto podemos verlos como mercancía, pero para tener mejores capturas necesitamos ecosistemas sanos, restaurados, protegidos y que se utilicen sustentablemente”.
Se analizan formas de involucrar a las comunidades que viven en las costas para la conservación de los ecosistemas. Una alternativa podría ser la venta de bonos de carbono que industrias pagarían por la conservación de ecosistemas para compensar sus emisiones de CO2, el asunto es que todavía no queda claro cómo destinar realmente esos bonos a la conservación y a los pobladores.
Otra opción más práctica es que al involucrarse en la conservación de los sitios, las personas puedan aprovechar los recursos que generan como la pesca o el turismo sustentable.
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