En Japón, quienes sobrevivieron a la explosión nuclear son conocidos como hibakusha y nos dejaron grandes lecciones de la resiliencia de la humanidad en tiempos de crisis.
(Photo: Philip Fong/ AFP)
La desolación provocada por “Little Boy”, nombre de la bomba nuclear estadounidense lanzada sobre la ciudad japonesa de Hiroshima el 6 de agosto de 1945, no prevaleció sobre los hibakusha. Así es llamado el grupo de sobrevivientes de aquella explosión nuclear o de la que ocurrió también en Nagasaki, tres días después.
El término nipón literalmente significa “personas afectadas por explosiones”, quienes dejaron una enseñanza sublime respecto a la manera virtuosa de enfrentar y trascender una tragedia mayúscula.
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Muchos de ellos quedaron lesionados o enfermos a causa de la radiación de las bombas nucleares. Sin embargo, su espíritu inquebrantable sirvió de inspiración para que la nación se recuperara rápidamente.
“Ellos han buscado decirle al mundo que hay que parar las guerras nucleares, porque ningún ser humano merece vivir lo que vivieron ellos, también apelan a la memoria histórica, la cual sirve para alentar a que no se presenten situaciones similares”, comenta Fernando Hernández Avilés, presidente de la Asociación Mexicana de Resiliencia, en entrevista para Tec Review.
Fotografía del Ejército estadunidense de la ciudad de Hiroshima, después de los bombarbeos (Foto: Handout / various sources / AFP)
Su resolución a favor de la paz sirvió como base para la reconstrucción de un país que en 1964 logró organizar los Juegos Olímpicos de Tokio, donde el atleta Yoshinori Sakai, apodado el “bebé de Hiroshima” por haber nacido en dicha ciudad el día del ataque nuclear, encendió el pebetero olímpico en la ceremonia inaugural.
Sakai, quien murió de un derrame cerebral en 2014, fue un símbolo hibakusha internacionalmente conocido.
“A raíz de los ataques en Hiroshima y Nagasaki, en Japón se instauró una cultura totalmente diferente de disciplina, compromiso, respeto y construcción social”, expresa Hernández Avilés.
Aunque en nuestro país también se han vivido cataclismos parecidos, pero a consecuencia de sismos, Hernández comenta que aún nos falta mucho que aprender de los hibakusha.
“Se suele creer que los mexicanos somos resilientes porque hemos superado todas las adversidades. La realidad es que no, porque nos falta el elemento clave, que no es sólo emocionarnos y acompañarnos en el momento de la tragedia, sino aprender, prevenir y disciplinarnos”.
“Esa parte es la que tendríamos que atender para que justamente podamos construir una psicología más responsable”, dice este experto.
Además, Hernández enfatiza que a partir de la asimilación correcta de situaciones adversas, los mexicanos podríamos imitar el modelo japonés de aquilatar el pasado.
“Como dicen los hibakusha, no hay que hacer a un lado la memoria histórica, porque lo que ocurrió hace 75 años no nos exenta de que no vuelva a pasar”.
Una niña empuja una linterna al agua para conmemorar a las víctimas de la bomba (Foto: Philip FONG / AFP)
La reacción de los hibakusha es contrastante y encomiable, ya que catástrofes de la magnitud de las ocurridas en Hiroshima y Nagasaki, lejos de transformarse en regeneración, suelen dañar severamente a poblaciones enteras, de acuerdo con Grisha Suquet Unkind, neuropsiquiatra de la Sociedad Mexicana de Neurología y Psiquiatría.
“Tenemos evidencia bastante sólida de que las experiencias traumáticas de esa magnitud generan trastornos de ansiedad, depresión, estrés postraumático, duelo y sensación de culpabilidad. Esto puede contribuir también al aumento de adicciones”, comenta Suquet Unkind, en entrevista para Tec Review.
Además, en estas circunstancias los núcleos parentales tienden a ser más estresantes pues, según Suquet, comienzan a impartir una visión negativa del entorno, como una sensación paranoica del ambiente, de hostilidad, en que se cree que puede suceder un desastre nuevo.
“Entonces se rompen lazos familiares y hay más prevalencia de enfermedades crónicas”, afirma.
Sin embargo, este especialista también reconoce que en contextos de desolación puede surgir una especie de liderazgo accidental en las personas sobrevivientes, lo cual coincide con la esencia de los hibakusha.
“Es posible que se genere una identidad histórica fuerte, una sensación de arraigo y legado, y si se lleva a cabo de forma positiva, puede irse cultivando de generación en generación. Son efectos benéficos, indirectamente”, platica este neuropsiquiatra.
Conmemoración silenciosa por los 75 años de la bomba atómica (Foto: STR / JIJI PRESS / AFP)
Una nube gigantesca de fuego en forma de hongo suele aparecer en la imaginación de muchas personas cuando escuchan o leen “energía nuclear”.
Sin embargo, este término no significa destrucción, sino todo lo contrario, sobre todo cuando se entiende en un contexto tecnológico positivo, de acuerdo con Guerda Massillon, investigadora del Instituto de Física de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
“La energía nuclear más bien representa beneficios. Muchos países obtienen su energía eléctrica de reactores nucleares, incluido México en su planta de Laguna Verde, en Veracruz. Y ahí no ha pasado nada, no ha sido un riesgo para la población, sino un beneficio”, aclara esta científica.
No obstante, si no se coloca en buenas manos, la energía nuclear resulta letal inmediatamente o a largo plazo, como quedó demostrado en Hiroshima y Nagasaki.
Se estima que las dos bombas nucleares que cayeron sobre estas ciudades provocaron la muerte instantánea de más de 100 mil personas.
“La radiación fue tan alta que por eso la gente murió inmediatamente, mientras que otras personas sufrieron efectos en el transcurso de los años. Por ejemplo, algunos niños desarrollaron cáncer a largo plazo”, asevera la experta de la UNAM.
Se trató del suceso más devastador durante la Segunda Guerra Mundial que derivó en la rendición de Japón el 12 de agosto de aquel fatídico 1945, mediante un mensaje del emperador Hirohito, retransmitido públicamente por la radio tres días después como reza a continuación:
“El enemigo ha lanzado una nueva y cruel bomba, con un poder de destrucción incalculable y que acaba la vida de muchos inocentes. Si continuamos en esta lucha, sólo conseguiremos la aniquilación y el colapso de la nación japonesa, y eso conduciría a la total extinción de la civilización humana“.
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